Page 99 - 19 Marie Curie
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tudio de las sustancias radiactivas. En ella no solo recogió los
       resultados de sus propias investigaciones, sino una panorámica
       general del nuevo campo científico que había nacido a raíz de sus
       trabajos:


           Nuestras investigaciones sobre las nuevas sustancias radiactivas
           han originado un movimiento científico y han sido el punto de par-
           tida de numerosos trabajos relativos a la investigación de las mis-
           mas y al estudio del rayo emitido por las sustancias radiactivas
           conocidas.

           En la defensa pública ante el tribunal y en la primera versión
       de la tesis, Marie no se decantó por ninguna teoría para explicar
       la radiactividad, pero añadió la teoría de Emest Rutherford de
       las desintegraciones atómicas en la reedición que hizo en 1904.
       Curiosamente el neozelandés se encontraba en París con su es-
       posa el día de la lectura de la tesis de Marie.  Justo ese día le
       había llegado la invitación para visitar su laboratorio que Marie
       le había enviado meses atrás en una tarjeta que lo había ido per-
       siguiendo por los laboratorios de medio mundo, reenviada por
       sus alumnos. Cuando Rutherford llegó al laboratorio, Marie, ob-
       viamente, no estaba. Tras maravillarse de cómo la investigadora
       había podido trabajar en tan lamentables condiciones, Ruther-
       ford y su esposa se unieron a la cena de celebración de la tesis
       que tuvo lugar en casa del físico Paul Langevin. Este había sido
       discípulo de Pierre en la Escuela de Física y Química Industriales
       y compañero de Rutherford en el Cavendish bajo la dirección de
       J.J. Thomson.
           Rutherford estaba muy agradecido a Marie por la muestra
       de radio que le había enviado, que era mucho más activa que las
       suyas de torio, lo que le había permitido esclarecer el comporta-
       miento de los distintos tipos de rayos en los can1pos magnéticos.
       Además, al contrario que la mayor parte de sus colegas, estaba
       plenamente convencido de la capacidad intelectual de las mu-
       jeres.  No podía ser de otra forma,  siendo el marido de la hija
       de una de las sufragistas que  habían llevado el voto femenino
       a Nueva Zelanda, el primer país donde se instauró. Rutherford






                                                     GLORIA Y TRAGEDIA      99
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