Page 97 - 19 Marie Curie
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Pero la cosa no quedó alú,  Marie necesitó nueve meses de
      intenso trabajo para refutar las alegaciones de Marckwald. De en-
      trada lo desafió a probar la invariabilidad en la actividad del «ra-
      dioteluro» durante períodos lo suficientemente largos. En ayuda
      de Marie acudió Frederick Soddy, que en un artículo publicado en
      1904 hizo notar a Marckwald que la constancia en la radiactividad
      iba en contra de todo lo conocido hasta entonces sobre las sus-
      tancias radiactivas. Soddy también afirmaba que estaba seguro de
      que la mayor parte de los hombres de ciencia estarían de acuerdo
      en las protestas de Marie ante lo que claramente era un intento de
      dar un nuevo nombre al polonio. El arma definitiva para alcanzar
      la victoria final también la proporcionó Soddy a través de su ley
      de desintegración de las sustancias radiactivas.
          Tras  repasar  y  completar  sus  experimentos,  Marckwald
      comprobó que, como habían anticipado Marie y Soddy, la activi-
      dad del «radioteluro» no era constante, sino que decrecía con el
      tiempo. Determinó que su tiempo de semidesintegración era de
      139,8 días. Por su parte, Marie, a partir de cinco muestras obteni-
      das por precipitación, y de otra obtenida por el_ «muy conveniente
      método de la electrolisis» puesto a punto por Marckwald, deter-
      minó que para el polonio ese tiempo tenía un valor de 140 días.
      Este resultado, concluyó Marie, era la prueba definitiva de que
      se trataba del mismo elemento. Como no era miembro de la Aca-
      demia de Ciencias francesa, Pierre, que por fin había sido admi-
      tido, fue el encargado de presentar en su nombre estos resultados
      el 29 de enero de 1906,  en lo que sería su última comunicación
      científica antes de morir. Además Marie publicó su refutación en
      alemán, para demostrar a los compatriotas de Marckwald hasta
      qué punto este había errado. Finalmente, Marckwald retiró ca-
      ballerosamente el nombre de radioteluro y aceptó el de polonio.
      En su rendición hubo, sin embargo, un punto de ironía, que lleva
      a pensar que debió de sentirse herido por la reacción indignada
      de Marie, ya que el físico alemán incluyó unos versos de William
      Shakespeare:

          ¿Qué hay en un nombre? Lo que llamamos rosa con cualquier otro
          nombre exhalaría el núsmo perfume embriagador.






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