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mero de los cuales estaba dividido en dos partes; la primera parte
fue publicada en junio de 1808. La obra estaba repleta de detalla-
dos expelimentos y resultados que se resumen en unas breves lá-
minas y páginas al final. Como su admirado Isaac Newton con los
Principia mathematica (1687), una sola publicación condensa
todo su trabajo y constituye su gran legado a la postelidad.
«Mi nueva visión de las partículas últimas o elementos
de los cuerpos y sus combinaciones producirá los cambios
más importantes en el sistema químico, y reducirá todo
a una ciencia de gran simplicidad.»
- JOHN DALTON (1807).
Los estudiosos especulan que en ese período entre 1801 y
1808 John Dalton estuvo más preocupado por extender sus ideas
en multitud de conferencias y promoverlas entre sus colegas, que
por darles una entidad definitiva en forma de libro. Dalton seguía
experimentando una y otra vez, corligiendo valores y añadiendo
pesos atómicos a nuevos elementos de forma casi compulsiva. La
teoría, lejos de desmoronarse, adquiría mayor consistencia, aun
con pequeñas fragilidades que no tardarían en ser resueltas.
FILÓSOFOS GRIEGOS
Pero volvamos la vista al pasado. Durante siglos, el hombre se
venía preguntando cuál era la composición de la matelia, qué sus-
tancia o sustancias hacían posible la formación de todo aquello
que lo rodeaba. Uno de los plimeros en plantearse esta cuestión
última fue el filósofo g1iego Demóclito de Abdera. La imagen idí-
lica que tenemos de Demócrito es la del sabio que deja escapar
entre sus dedos la fina arena de la playa. En realidad, Demóclito
es considerado como uno de los más importantes filósofos pre-
socráticos - aunque fuera coetáneo del gran Sócrates-, y se
conserva una pequeña pero significativa parte de sus trabajos
especialmente gracias a sus discípulos, entre los cuales el más
66 LA TEORÍA ATÓMICA. DE LA GRECIA ANTIGUA A MÁNCHESTER