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teoremas y escribir artículos, la postura formalista es la más con-
        veniente, porque en última instancia toda la «verdad» descansa en
        axiomas cuya elección no necesita de ulteriores justificaciones
        ( en el formalismo solo se requiere que los axiomas sean consis-
        tentes, no que reflejen una verdad externa). Sin embargo, los fines
        de semana, cuando se relajan, los matemáticos sienten en su fuero
        interno que trabajan con «objetos de verdad», cuya existencia es
        independiente y real (signifique esto lo que signifique).
            Ambas posturas aparecen claramente diferenciadas en rela-
        ción a la cuestión de la hipótesis del continuo. Vimos en el capí-
        tulo anterior que la hipótesis del continuo (HC) es indecidible con
        respecto a los axiomas de la teoría de coajuntos. Ahora bien, ¿es
        verdadera o es falsa? Para el formalista puro (aunque hoy en día
        casi nadie es formalista puro), la pregunta no tiene sentido. Los
        axiomas son reglas de juego elegidas arbitrariamente que no refie-
        ren a ninguna «verdad» exterior, solo existen los conceptos sin-
        tácticos de «demostrable» o «no demostrable», no los de «verdad»
        o «falsedad». Según este punto de vista, es tan lícito agregar a la
        teoría de coajuntos un nuevo axioma en el que HC sea demostra-
        ble, como agregar otro en el que sea refutable. De este modo po-
        drían convivir dos teorías de coajuntos diferentes,  de la misma
        forma que conviven diferentes juegos de ajedrez (hay un ajedrez
        chino y uno japonés, por ejemplo), con algunas variantes entre las
        reglas de uno u otro, sin que sea necesario creer que hay un «aje-
        drez verdadero».
            Para el platonismo, en cambio, los axiomas de la teoría de
        coajuntos reflejan una verdad que existe objetivamente y en la
        cual HC  es,  o bien verdadera, o bien falsa,  y lo que falta es un
        axioma «evidente por sí mismo» que permita decidir la cuestión.
            Godel era decididamente platonista y en un artículo publicado
        en 194 7 bajo el título ¿ Qué es  el problema del continuo de  Can-
        tor? escribió: «Debe observarse [ ... ] que, desde el punto de vista
        aquí adoptado, una prueba de la indecidibilidad de la coajetura de
        Cantor a partir de los axiomas aceptados de la teoría de coajuntos
        [ ... ] de ningún modo resolvería el problema. Pues si se acepta
        que el significado de los símbolos primitivos de la teoría de con-
       juntos [ ... ] es correcto, entonces los conceptos y teoremas de la






                                     LAS CONSECUENCIAS DEL TRABAJO DE GÓDEL   151
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