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zable, porque cuando se refiere a geometría, Pascal en realidad
                    quiere decir matemáticas. Por desgracia, al tiempo que la corres-
                    pondencia entre Pascal y Fermat se desarrollaba, el primero ya
                    había enfermado gravemente. En alguna de sus cartas le comentó
                    al tolosano que estaba en cama y que, a pesar de haber recibido su
                    carta, no había tenido oportunidad de leerla. Blaise Pascal desa-
                    rrolló,  casi seguramente, un cáncer de estómago que terminaría
                    con sus días.  Enfermo desde los veinte años,  presa de atroces
                    cefaleas, Pascal se consumía lentamente.
                        Seis años después de su breve correspondencia, en 1660, sa-
                    bedor de que Pascal había ido a su natal Clermont desde París
                    para una cura, Fermat le propuso una entrevista personal. El tolo-
                    sano tan1poco se sentía ya con fuerzas de emprender el viaje, y le
                    propuso a Blaise un punto intermedio. Pero Pascal respondió que
                    no le era posible. Asimismo, participaba a Fermat que le hubiera
                    encantado conocerle personalmente, no por la matemática (la
                    geometría, decía él), que no le haría dar ya ni dos pasos, sino por
                    el placer de conversar con una persona a la que tanto admiraba.
                    Llamando a Fermat «el mayor geómetra de Europa», expresaba al
                    mismo tiempo indiferencia por tal oficio,  asegurándole que las
                    cualidades de su alma eran más valiosas que todo su conocimiento
                    matemático. El teólogo había ganado la partida sobre el científico
                    en el corazón del enfermo Pascal.
                        Sea como fuere, Pascal le comunicó que su propósito era vol-
                    ver a París de la forma más suave posible: a través de canales.
                    Adivinamos que su sufrimiento le hacía imposible siquiera la idea
                    de subirse a una diligencia. Pascal murió con treinta y nueve años,
                    como el verdadero asceta que fue toda su vida. Su religiosidad le
                    convenció de que el sufrimiento era una condición natural del
                    hombre, y aceptó su cruz con valor y estoicismo. Vio cómo el jan-
                    senismo que tanto había defendido era declarado hereje por el
                    papa y por tanto suprimido por el rey, escribió una postrera obra
                    en defensa de sus ideas, y falleció el 18 de agosto de 1662. Fermat
                    se había quedado solo. Estaba Christiaan Huygens, como posible
                    discípulo, pero el holandés, aunque reconocía su genio, era inca-
                    paz de entenderle. El gran genio matemático del siglo XVII no logró
                    crear una escuela.






        144         LA PROBABILIDAD Y EL PRINCIPIO DE FERMAT
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