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no instruye bien sus casos y se confunde mucho. No es uno de los
            amigos del primer presidente.

            Sea como sea,  Fermat se revelaba como un hombre reser-
        vado, casi tímido, conciliador hasta el punto de, por un lado, servir
        en un altísimo cargo en una institución abiertamente enfrentada a
        la Corona y, por otro, tener buenas relaciones con la Corte.




        LA PERSONALIDAD MATEMÁTICA DE FERMAT


        Los  rasgos  del  carácter retraído  de  Fermat influyeron  decisi-
        vamente en su carrera científica.  Según comenta Michael Sean
        Mahoney,  uno de sus principales biógrafos, su correspondencia
        matemática está desprovista de la egolatría que caracterizaba a
        un René Descartes o un John Wallis. A Mersenne le confesó que
        no perseguía la gloria, que estaba «exento de ambición». Esto tal
        vez no es exacto. Está claro que Fermat se enorgullecía de su ca-
        rrera en la judicatura y de los altos puestos que había escalado; de
        la misma forma, esperaba reconocimiento por sus contribuciones
        matemáticas. Pero esa ambición era, en cierto sentido, modesta.
        Le bastaba el reconocimiento de sus colegas, no la gloria de ser
        reconocido por el gran público; y cuando no lo obtuvo reaccionó
        de forma dolida, frustrado ante la indiferencia o la hostilidad de
        algunos de sus contemporáneos.
           Esta personalidad explica tal vez por qué Fermat -«el más
       perezoso de los hombres», le dice a Mersenne refiriéndose a sí
        mismo- nunca publicó bajo su nombre en vida, y por qué evitó
        en la medida de lo posible dar demostraciones de los resultados
        que anunciaba en su correspondencia.
           La tradición-de secreto en las matemáticas se había originado
        con la escuela pitagórica; pero si tal hermetismo tenía raíces místi-
        cas en la Antigüedad, los cosistas lo continuaron por razones prag-
       máticas. Era el equivalente a la moderna protección de las patentes.
           Mersenne,  precisamente,  luchaba  contra  ese  secretismo
       cuando hacía circular las cartas que le habían enviado. Conven-





                                     EL  TEOREMA QUE TARDÓ 350 AÑOS EN  SERLO   37
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