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Pascal, padre de Blaise, y que,  a instancias del propio Mersenne,
        se reunía de forma irregular en las casas de sus participantes, y
        posteriormente en la propia celda del monje, que llegó a contar
        con 180 corresponsales repartidos por toda Europa.
            Mersenne adoraba las polémicas, y gozaba enfrentando a sus
        corresponsales y contertulios entre sí.  Creía firmemente en que
        ese era el método a partir del cual resplandecería la verdad. Con
        frecuencia, incluso compartía con otros corresponsales las cartas
        que le enviaban en confidencia, sin tener autorización para ello,
        con lo que causó no pocos disgustos y malentendidos. Para Mer-
        senne, más importante que la lealtad y la confianza de sus corres-
        ponsales era que las ideas matemáticas se ventilaran en público y
        se debatieran con fervor.  Esta convicción le costó la amistad de
        Descartes. La Academia Francesa de Ciencias fue, en su germen,
        ese grupo de matemáticos que se reunía alrededor de Mersenne.
            Marin Mersenne conoció a Fermat a través de un amigo del
        tolosano, Pierre de Carcavi, según dice el propio Carcavi en la
        primera carta que dirigió a Mersenne el 26 de abril de 1636, co-
        menzando una fructífera correspondencia. Carcavi, matemático
        aficionado a su vez, se trasladó a París desde Toulouse como bi-
        bliotecario del rey, y no perdió ocasión de hablar a Mersenne del
        genio matemático de Fermat.  En todo caso,  Fermat vio a Mer-
        senne en persona una sola vez, en Burdeos, en 1654, cuando este
        iba de vuelta a París después de un periplo por Europa. Así,  se
        piensa, transcunió la totalidad de la vida de Fermat, entre la judi-
        catura que le permitía llevar pan a la mesa de su familia y la se-
        creta pasión que le consumía cuando no tenía que vestir la toga.
        Se puede decir que se ganó la vida con el Derecho y la inmortali-
        dad con las matemáticas.
            Hasta donde se sabe, Fermat solamente enfermó de gravedad
        durante la peste de los años 1652 y 1653. Tanto fue así que uno de
        sus amigos, Bemard Medon, reportó su muerte a un corresponsal
        holandés, Nicholas Heinsius. Poco tiempo después Medon se des-
        decía y comunicaba a Heinsius la feliz nueva de que Fermat seguía
        entre los vivos. Curiosamente, la peste ayudó a su carrera. Dado
        que la progresión en la judicatura estaba detem1inada por estricto
        escalafón, la muerte de muchos de sus colegas en esos aciagos






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