Page 33 - 16 Fermat
P. 33

en archidiácono, Claire se casó y tuvo dos hijas monjas. Poco más
        se sabe, pero estas pinceladas permiten vislumbrar una tranquila
        vida burguesa,  sin demasiada agitación,  lo  cual es asombroso,
        dada la violenta historia política de la época. Parece ser que Fer-
        mat vivió todas estas convulsiones sin que le afectaran en lo más
        mínimo, a pesar de que, durante su carrera judicial, llegó a ocupar
        puestos de mucha importancia, que,  dada la histórica oposición
        del Parlamento de Toulouse a la autoridad central, casi con segu-
        ridad tendrían que haber situado a Fermat en medio de complica-
        dos conflictos políticos.
            Los parlamentos eran cuerpos judiciales, no legislativos. Fue-
        ron abolidos durante la jacobina Revolución francesa, pero en su
        momento fueron  un gran  contrapeso  al  absolutismo real.  Por
        tanto, en toda su carrera profesional Fermat se ocupó de impartir
        justicia, pero también de mediar entre intereses políticos contra-
        puestos. El edicto de Nantes, en particular, ordenaba que existie-
        ran  cámaras para que  los  derechos  de  ambas  confesiones,  la
        católica y la hugonota, tuvieran representación y justicia.
            En Castres, ciudad cercana a Toulouse y bastión protestante,
        Fermat fue  miembro de una de  esas cámaras a partir de 1632,
        cuando tenía treinta y un años. Es de suponer que los conflictos
        fueran significativos, pero nada de ello se trasluce en la corres-
        pondencia de Fermat, que es prácticamente la única forma de in-
        dagar en su vida. Algunos biógrafos creen ver en ello su aversión
        a las polémicas y las confrontaciones, su voluntad conciliadora, e
        incluso tal vez la motivación que le llevó  a perseguir su pasa-
        tiempo, las matemáticas, para escapar de los conflictos y ambi-
        güedades de su vida profesional.
            En verdad,  en pocos ámbitos hay tanta certidumbre y tan
        poco espacio para la duda como en matemáticas. Es profunda-
        mente irónico, por tanto, que Fermat viviera en una época en la
        que,  debido a la juventud de la disciplina en su forma moderna,
        los debates eran el pan de cada día y que,  de hecho, siendo uno
        de los pensadores más brillantes del siglo, estuviera involucrado
        en buena parte de ellos, algo que le causó no poca amargura. Si
        buscaba certidumbre, muchas veces encontró incomprensión y
        oposición a sus ideas.






                                      EL TEOREMA QUE TARDÓ 350 AÑOS EN  SERLO   33
   28   29   30   31   32   33   34   35   36   37   38