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«de» a su nombre: Pierre de Fermat. Incidentalmente, que Fermat
                    pudiera pagar el considerable monto de ambos puestos ( 43 500 li-
                    bras) demuestra que su posición económica era bastante desaho-
                    gada, como siguió siéndolo durante toda su vida.
                        En el Antiguo Régimen los parlan1entos tuvieron una impor-
                    tancia política considerable como contrapesos· del poder central
                    del rey que intentaba imponer su voluntad absolutista. En particu-
                    lar, el de Toulouse fue una concesión real a una población que se
                    quejaba de la lejanía de París y de cómo las formas específicas del
                    derecho del Languedoc eran ignoradas en la capital.
                        Cabe recordar la agitadísima época en la que vivió Fermat.
                    Eran los tiempos de Luis XIII,  débil y voluntarioso, y de su pode-
                    roso ministro, el cardenal Richelieu.  No hacía mucho que había
                    sido asesinado el rey Enrique IV,  el hugonote que se convirtió al
                    catolicismo porque París bien valía una misa; por entonces, Pierre
                    era un niño de ocho años. Las brutales guerras de religión entre
                    católicos y protestantes, apenas apaciguadas por el edicto de Nan-
                    tes (1598), que promulgaba la tolerancia de ambos credos, eran
                    también pasado reciente. De hecho, Richelieu todavía pelearía con-
                    tra los protestantes de La Rochelle, no muy lejos de Burdeos, en un
                    episodio que Dumas consignó en Los tres mosqueteros y en el que
                    participó el mismísimo René Descartes. Durante la vida de Fermat
                    tan1bién tuvo lugar la Guerra de los Treinta Años, uno de los episo-
                    dios más dran1áticos de la historia de Europa, que solo puede com-
                    pararse en brutalidad y sufrimiento de la población civil a las dos
                    guerras mundiales; y el episodio de la Fronda, la rebelión contra
                    Mazarino cuando el despotismo de la regencia de Luis XIV la en-
                    frentó con los parlamentos -esos mismos parlan1entos en los que
                    Fermat hizo carrera- y con una parte de la nobleza provinciana.
                        Sin embargo, si algo define la vida de Fermat es la placidez.
                    Vivió en una época de grandes acontecimientos, pero no participó
                    políticamente en ninguno de ellos.  No se le conocen, de hecho,
                    opiniones políticas. Unos meses después de graduarse se casó con
                    una prima segunda por parte de madre, Louise de Long. El matri-
                    monio engendró cinco hijos, que se sepa. Clément-Samuel, Jean,
                    Claire, Catherine y Louise. El primogénito heredaría el puesto del
                    padre, que a su vez pasaría en herencia a su hijo. Jean se convirtió






         32         EL TEOREMA QUE TARDÓ 350 AÑOS EN SERLO
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