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tándolos a demostrar algo de lo que él mismo no estaba seguro;
pero el no haber hecho público el resultado trabaja en contra de
tal hipótesis. Además, como se ha dicho, la posibilidad de que
realmente tuviera una demostración general del teorema es muy
difícil. O los matemáticos más brillantes de los últimos 350 años
han sido ciegos o la matemática necesaria para demostrar el teo-
rema simplemente no existía en los tiempos de Fern1at. Lo se-
gundo es mucho más probable.
Un problema sin resolver es como un muro. Los matemáticos
que lo acometen tienen que fabricar armas para derribarlo. Y hay
problemas que, sencillamente, no pueden ser derribados con cier-
tas armas. De la misma forma que una catapulta romana resultaría
absurdamente inútil contra un portaaviones moderno, determina-
das herranuentas matemáticas son pobres ante ciertos problemas,
y los matemáticos tienen que devanarse los sesos inventando nue-
vas estrategias de ataque y nuevas armas. La historia moderna de
las matemáticas, en buena medida, es la historia de la invención
de esas am1as.
Fern1at tenía armas que una generación o dos anteriores no
hubieran soñado; pero no eran suficientes para resolver su pro-
. blema. Por otro lado, era imposible que él lo supiera. Tal vez el
jurista tolosano se vio deslumbrado por el brillo de las armas que
su maestro Vieta y él mismo habían inventado, y no supo que no
serían capaces de derrumbar determinados muros. El lema de
Vieta era nullum non problema solvere: «no hay problema sin
solución». Esta confianza era excesiva, pero nadie podía saberlo
entonces.
Los matemáticos acometen las demostraciones con tantas
estrategias como tiene un general en batalla; o tal vez con más de
ellas. En tiempos de Fermat el número de estrategias se multiplicó
drásticamente con la invención del álgebra simbólica; una de las
que usó el propio Fermat la inventó él mismo: el método del des-
censo infinito, que parte de la reducción al absurdo. En su versión
más sin1ple, dicho método consiste en asunur como hipótesis la
negación de la conclusión del teorema que queremos probar ( el
recurso de reducción al absurdo), y buscar una propiedad que es
válida para un número dado, n. Acto seguido, se demuestra que si
LOS INTENTOS DE DEMOSTRACIÓN DEL ÚLTIMO TEOREMA 45