Page 100 - 17 Laplace
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colegas  científicos como ningún otro dirigente  lo había hecho
                    antes ni lo haría después. Aunque los conocimientos científicos del
                    general no pasaban de ser los elementales adquiridos en los ma-
                    nuales para las escuelas de artillería, profesaba verdadera devo-
                    ción por las matemáticas y los matemáticos. Conocía a Monge de
                    los tiempos revolucionarios. Ambos se harían inseparables y man-
                    tendrían una sincera amistad. Fourier, que era más o menos de su
                    misma edad, también contó con una buena relación. A Carnot, que
                    no dudó en oponerse al emperador cuando se excedía dictatorial-
                    mente, siempre lo consideró íntegro y equilibrado, contando con
                    él para desempeñar diversos cargos ( obviamente, fue ministro de
                    Guerra durante el Consulado). Y con Lagrange siempre fue afec-
                    tuoso, y más de una vez se les vio reír a costa de su común amigo
                    Monge. Para complacer aljacobino Monge, Napoleón solía ordenar
                    a la orquesta que tocara La Marsellesa,  mientras Lagrange y  el
                    propio Napoleón sonreían viéndolo cantar a pleno pulmón.
                        En lo que toca a Laplace, Napoleón lo conocía desde adoles-
                    cente, como examinador de la Escuela de Artillería. Nunca les unió
                    una estrecha amistad, pero el político admiró al científico y este se
                    mantuvo cerca del político. En virtud de ello,  Napoleón lo cata-
                    pultó a la cima y Laplace emergió como el máximo exponente de
                    la ciencia napoleónica. No en vano, Napoleón dejó escrito a propó-
                    sito de los sucesivos volúmenes del Tratado de mecánica celeste
                    de Laplace que fueron apareciendo durante sus años de esplendor:

                        Deseo con ardor que las generaciones futuras, cuando lean la Mecá-
                        nica celeste, no olviden el sustento y la amistad que he dispensado
                        a su autor [ ... ]. Esta obra me parece destinada a dar un nuevo lustre
                        a la edad en que vivimos.

                        Finalmente, mientras el Imperio francés comenzaba a resque-
                    brajarse, escribió en una carta a Laplace -fechada el 12 de agosto
                    de 1812- tras recibir su Teoría analítica de las probabilidades:


                        Hubo un tiempo en que hubiera leído con interés vuestro tratado
                       sobre el cálculo de probabilidades. Pero actualmente he de limitarme
                       a expresaros la satisfacción que siento cada vez que ofrecéis al mun-





        100         LIBERTAD, IGUALDAD Y MATEMÁTICAS
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