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En parte por alejarlo de la patria, en parte por asestar una he-
rida mortal al gran enemigo del momento (Inglaterra), Talleyrand
propuso al Directorio realizar un desembarco militar en Egipto.
Esquivando la escuadra de Nelson, Napoleón logró llegar a Ale-
jandría el 1 de julio de 1798 y vencer al sultán de Egipto en la
batalla de las Pirámides. Pero el almirante inglés destruiría la flota
francesa y dejaría a Napoleón abandonado a su suerte. Prisionero
de su conquista. De resultas pondria en marcha un macroexpe-
rimento social consistente en impulsar el progreso técnico y
científico de Egipto. Napoleón dio libre curso a su actividad de
administrador, poniendo a trabajar al ejército de 200 sabios que
lo acompañaban. Entre ellos, Monge, Berthollet y Fourier. Laplace
había rechazado el ofrecimiento de recluta para la expedición por
considerarse -a sus casi cincuenta años- demasiado viejo. Los
ingenieros, la mayor parte de ellos salientes de la Escuela Politéc-
nica, reorganizaron los servicios públicos, construyeron carrete-
ras y canales, estudiaron los jeroglíficos egipcios ...
Pero la salvación de la República pasaba por una dictadura
militar que reimpusiera el orden en un momento en que el peligro
contrarrevolucionario acechaba. Napoleón tenía que regresar
cuanto antes. Pese a su pasado jacobino, su innegable prestigio lo
designaba como el elegido. Ayudado por Talleyrand y Fouché ( «el
vicio apoyado en el crimen», diría Chateaubriand al verlos pa-
seando juntos en referencia a la aguda cojera del primero), Napo-
león escapó de Egipto de vuelta a Francia. Era el 18 de Brumario
del año VIII (9 de noviembre de 1799). Bonaparte fue recibido a
gritos de « ¡Abajo el dictador!» y zarandeado a su entrada a la Asam-
blea Pero contaba con una fuerza irresistible: sus soldados. Obligó
al nombramiento de tres cónsules provisionales, siendo él uno de
ellos. Había nacido el Consulado. En 1802, Napoleón se proclama-
ría cónsul único y vitalicio; y, finalmente, en 1804, se haría coronar
emperador por el papa Pío VII. Era el Imperio, una etapa que vería
su denominación certificada con la expansión territorial de los
ejércitos napoleónicos por media Europa, desde España a Rusia.
Aunque la fortuna lo abandonaría en 1814, Napoleón impon-
dría su huella en la historia política y científica de Francia. El
nuevo dueño de los destinos en Francia honraría a Laplace y sus
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