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EL LEGADO DEL NEWTON DE FRANCIA
No es fácil describir las sutilezas de un personaje multifacético
como Laplace. Ante sus contemporáneos aparecía serio, estirado
y arribista. No son pocos los testimonios conservados de su arro-
gancia. Por no recordar las críticas que levantaron sus manifesta-
ciones a favor del ateísmo. Siempre quería imponer su opinión en
toda clase de discusiones. Además, Laplace no reconocía la auto-
ría de las numerosas ideas de otros que utilizó y mezcló con las
suyas. Una conducta recalcitrante durante toda su vida. De joven
le sucedió con Euler y Lagrange. Más tarde, con Legendre, a quien
«tomó prestados» sus polinomios. Y, finalmente, con Bayes. La-
place era una especie de zorro que borra con la cola sus propias
huellas.
«El hombre más insolente y malévolo que conozco.»
- EL ASTRÓNOMO LALANDE SOBRE LAPLACE.
A Laplace se lo vincula frecuentemente con Lagrange, pero no
se parecen ni en cualidades personales ni en su trabajo. La humil-
dad de este último contrasta con la vanidad y altanería del primero.
Adicionalmente, Lagrange es un matemático muy cuidadoso en sus
escritos, muy claro y elegante. Laplace creó métodos matemáticos
nuevos, pero nunca se preocupó de presentarlos con rigor, sino de
usarlos, ciertamente, con gran destreza e ingenio para estudiar la
naturaleza. Para Laplace, la matemática era un medio, no un fin en
sí mismo. Era esencialmente un virtuoso en la manipulación de
expresiones matemáticas por encima de su rigor. Formulaba y
aproximaba series para resolver ecuaciones diferenciales con gran
velocidad, capaz de realizar tediosos cálculos con ellas que ocupa-
ban hojas y más hojas. Como matemático puro, siempre estuvo a
la sombra de Lagrange. En cambio, como matemático aplicado,
físico y hombre de mundo, lo superó ampliamente.
Cuando se encontraba un problema matemático en sus inves-
tigaciones, Laplace solía resolverlo casi de pasada, sin molestarse
en mostrar cómo había obtenido el resultado. Nathaniel Bowditch
156 LA ESTRELLA SE APAGA