Page 35 - 17 Laplace
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Una vez que consiguió entrar en la Academia, Laplace fue poco a
       poco escalando posiciones. Todos sabían de su talento matemá-
       tico, aunque no siempre mostrara el debido respeto a Euler, La-
       grange  o  el resto  de  sus  colegas,  de  quienes  a  veces  tomaba
       prestados sus resultados sin ni siquiera citarlos, lo que llegó a ser
       una constante de su carrera. Pero también comenzaron a saber de
       su difícil carácter, de su firmeza en las discusiones científicas. Un
       comportamiento colindante con la arrogancia que traspasaría los
       límites de la institución.
           En la década de 1770 comenzó a cobrar forma su gran apor-
       tación a la ciencia: la prueba de que el sistema del mundo ( esto es,
       el sistema solar, el universo conocido) era estable y determinista.
       Su maestro D'Alembert había marcado en la agenda de los cientí-
       ficos  de la época la necesidad de completar el programa newto-
       niano. No  solo se trataba de lograr un ajuste perfecto entre la
       teoría y la observación; también había que iluminar por completo
       el universo recurriendo solo a unos cuantos p1incipios racionales,
       entre los que brillaba con luz propia el principio de gravitación
       universal de Newton. Era, al mismo tiempo, una cuestión cientí-
       fica y filosófica. Un problema que necesitaba de sabios -científi-
       cos,  diríamos hoy- y filósofos,  de savants y philosophes. Pero
       para poder explicar cabalmente las grandes aportaciones de La-
       place, necesitamos trazar antes un bosquejo histórico del estado





                                       LA  ESTABILIDAD DEL SISTEMA DEL MUNDO   35
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