Page 39 - 17 Laplace
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Desde el comienzo de su carrera, Laplace quedó fascinado
        por dicha ley.  Estaba escrito en los cielos que él sería precisa-
        mente quien demostraría que esa ley era, en efecto, «universal»,
        que daba razón de todos y cada uno de los fenómenos celestes.

                «Espero mostrar que, lejos de constituir una excepción al
              principio de gravitación, estos fenómenos [celestes] son su
                                                   consecuencia necesaria.»

                                -  LAPLACE,  SOBRE  LA  LEY  DE  GRAVITACIÓN  UNIVERSAL  DE  NEWTON.

            Ajustando todos esos fenómenos bajo un único principio, La-
        place esperaba hacer realidad su visión: un universo por completo
        determinista y estable. No obstante, el proyecto de investigación
        en que se embarcó no solo terúa por objeto el sistema solar o la
        mecánica celeste. La física terrestre también estaba en su punto
        de mira. En este campo trataría de lograr lo mismo que en el ce-
        leste: encontrar unas pocas leyes muy generales que gobernaran
        los  fenómenos  físicos,  químicos  e  incluso biológicos.  Es aquí
        donde entra en juego su otra gran aportación: la teoría de la pro-
        babilidad ( de la que trataremos más adelante, en el capítulo 5). La
        probabilidad era el puente entre las leyes necesarias del universo
        y las contingencias del conocimiento humano.




        LA FORMA DE LA TIERRA

        Ya los griegos habían atribuido a la Tierra una forma esférica,
        una teoría que quedó demostrada de modo práctico en 1522 con
        la circunnavegación de Femando de Magallanes (1480-1521) y
        Juan Sebastián Elcano (1476-1526), quienes rodearon por vez pri-
        mera la esfera que imaginara Eratóstenes. Fue Copémico quien
       puso en movimiento la esfera terrestre, poniendo sobre el tapete
        otra cuestión candente para la ciencia ilustrada: la forma que ha
        de adoptar la Tierra en movimiento. Aquí no cabía negociación
        entre  cartesianos y  newtonianos.  En los Principia,  Newton






                                        LA ESTABILIDAD DEL SISTEMA DEL MUNDO   39
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