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Desde el comienzo de su carrera, Laplace quedó fascinado
por dicha ley. Estaba escrito en los cielos que él sería precisa-
mente quien demostraría que esa ley era, en efecto, «universal»,
que daba razón de todos y cada uno de los fenómenos celestes.
«Espero mostrar que, lejos de constituir una excepción al
principio de gravitación, estos fenómenos [celestes] son su
consecuencia necesaria.»
- LAPLACE, SOBRE LA LEY DE GRAVITACIÓN UNIVERSAL DE NEWTON.
Ajustando todos esos fenómenos bajo un único principio, La-
place esperaba hacer realidad su visión: un universo por completo
determinista y estable. No obstante, el proyecto de investigación
en que se embarcó no solo terúa por objeto el sistema solar o la
mecánica celeste. La física terrestre también estaba en su punto
de mira. En este campo trataría de lograr lo mismo que en el ce-
leste: encontrar unas pocas leyes muy generales que gobernaran
los fenómenos físicos, químicos e incluso biológicos. Es aquí
donde entra en juego su otra gran aportación: la teoría de la pro-
babilidad ( de la que trataremos más adelante, en el capítulo 5). La
probabilidad era el puente entre las leyes necesarias del universo
y las contingencias del conocimiento humano.
LA FORMA DE LA TIERRA
Ya los griegos habían atribuido a la Tierra una forma esférica,
una teoría que quedó demostrada de modo práctico en 1522 con
la circunnavegación de Femando de Magallanes (1480-1521) y
Juan Sebastián Elcano (1476-1526), quienes rodearon por vez pri-
mera la esfera que imaginara Eratóstenes. Fue Copémico quien
puso en movimiento la esfera terrestre, poniendo sobre el tapete
otra cuestión candente para la ciencia ilustrada: la forma que ha
de adoptar la Tierra en movimiento. Aquí no cabía negociación
entre cartesianos y newtonianos. En los Principia, Newton
LA ESTABILIDAD DEL SISTEMA DEL MUNDO 39