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A LA SOMBRA DE LAPLACE

                Adrien-Marie Legendre  (1752-1833) fue,
                junto a  Lagrange y  Laplace,  la  tercera
                gran «L» de la  matemática francesa del
                momento.  Legendre mantuvo una estre-
                cha  relac ión  profesio nal  con  Laplace,
                quien solo era tres años mayor. Fue sis-
                temáticamente ocupando los cargos que
                este iba dejando vacantes. En 1775 ocu-
                pó,  gracias a  D'Alembert,  un cargo de
                pro fesor en  la  Rea l  Escuela  Mi li ta r  de
                París y, en 1783, el puesto en la Academia
                que  Laplace dejó  libre al promocionar.
                Y así unos cuantos más. Sin embargo, no
                lo hizo porque este le ayudara ni un ápice
                a prosperar. Laplace,  que se aprovechó
                en varias  ocasiones de las  investigaciones de su  colega sin  ni  siquiera citarlo,
                vetó su  nombramiento  para diversos cometidos a lo  largo de su  vida.  Pese a
                todas esas trabas en su camino, Legendre ganó el  premio de la Academia de
                Ciencias de Berlín en 1782. Tanto fue el éxito que Lagrange preguntaría  por él
                en una carta dirigida al mismísimo Laplace. Se desconoce qué le contestó.






                     solar y no se veían arrastrados por la comente del torbellino, es que
                     posiblemente no existiera ningún vórtice en torno al Sol.
                         En los Principia Newton había dejado escrito que los come-
                     tas estaban también regidos por la ley de gravitación, lo que signi-
                     ficaba que debían describir una trayectoria cónica. De la misma
                     manera que describía el movimiento de los proyectiles mediante
                     parábolas y el movimiento de los planetas mediante círculos y
                     elipses, Newton imaginaba asimilar el movimiento de los cometas
                     con alguna clase de cónica: una circunferencia, una elipse, una
                     parábola o una hipérbola. Si el cometa describía una circunferen-
                     cia o una elipse, aunque fuera muy excéntrica, seguiría una órbita
                     cerrada. Reaparecería cada cierto tiempo. En cambio, si trazaba
                     una parábola o una hipérbola, seguiría una órbita abierta. Tras ser
                     observado en su paso por el sistema solar, se perdería en la in-





          44         LA ESTABILIDAD DEL SISTEMA DEL MUNDO
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