Page 41 - 17 Laplace
P. 41
zados, lo explicaba todo y no predecía nada. Por el contrario,
Newton, con la ley de gravitación, lo calculaba todo, aunque no
explicaba casi nada. El origen de la fuerza de gravedad seguía
siendo un misterio, pero el alto balance predictivo a su favor de-
terminó a la larga la victoria de su mecánica frente a la carte-
siana. La eficacia sería, desde entonces, uno de los valores en alza
de la ciencia.
Sin embargo, la cuestión de la forma de la Tierra no quedó por
completo cerrada. Pues, aunque la Tierra estaba achatada por los
polos, no adoptaba exactamente la forma de un esferoide. La
atracción gravitatoria deformaba continuamente la figura de la
Tierra, siendo un ejemplo paradigmático de ello las mareas. A par-
tir de entonces, los estudios sobre la atracción gravitatoria ejer-
cida y padecida por los esferoides fueron una constante.
Un trabajo realmente fructífero al respecto fue el que el joven
matemático Adrien Marie Legendre presentó en enero de 1783 ante
la Academia. Laplace fue el encargado de leerlo y de informar de su
contenido. En marzo presentó a la Academia un informe muy elo-
gioso. No era para menos. De su lectura Laplace salió sin duda es-
timulado para realizar sus propias investigaciones sobre la atracción
gravitatoria de los esferoides. Poco tiempo después presentó una
memoria, especialmente reseñable por tratarse de su primera publi-
cación a título individual (Teoría del movimiento y de la forma
UN EXTRACTO DE LAS «CARTAS FILOSÓFICAS» DE VOL TAIRE
«Un francés que llega a Londres encuentra las cosas muy cambiadas en filo-
sofía, como en todo lo demás. Ha dejado el mundo lleno; se lo encuentra vacío.
En París se ve el universo compuesto de torbellinos de materia sutil; en Lon-
dres no se ve nada de eso. Entre nosotros, es la presión de la Luna la que
causa el flujo del mar; entre los ingleses, es el mar el que gravita hacia la Luna.
Entre vosotros, cartesianos, todo sucede por impulso del que nada se com-
prende; en el señor Newton es por una atracción cuya causa no se conoce
mejor. En París, os figuráis la Tierra como un melón; en Londres, está aplasta-
da por los dos lados. He aquí unas furiosas contradicciones.»
LA ESTABILIDAD DEL SISTEMA DEL MUNDO 41