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nofobia era irracional, presentó a la Academia un informe acerca
de cómo los planetas podían perturbar la órbita de los cometas,
haciendo cálculos sobre la posibilidad de que uno devastase la
Tierra en 1789. El anuncio hizo revivir el miedo a una catástrofe
planetaria en la capital francesa. El arzobispo de París recomendó
cuarenta y ocho horas de oración para rebajar el pánico, y pidió
que la Academia de Ciencias repudiara el informe. La Academia
contestó que no podía repudiar las leyes de la astronomía. Y La-
lande intentó paliar la superstición generalizada argumentando
que sería un azar extraordinario que dos cuerpos tan pequeños
-el cometa y la Tierra- respecto a la inmensidad del espacio en
que se mueven llegasen a encontrarse.
Determinar con precisión la órbita de los cometas era un tema
de actualidad. En 1776, el e:zjesuita y astrónomo Rudjer Boskovic
(1711-1787) presentó a la Academia un método para calcular la
trayectoria de los cometas. Pero terminó enfrentado a gritos con
Laplace, quien le recriminó con muy malos modos que su método
era intolerable. Mientras lo leía en voz alta, Laplace apostillaba:
«¡Falso! ¡Ilusorio! ¡Erróneo!». La Academia hubo de nombrar una
comisión que decidiera entre ambos contendientes. El dictamen
emitido apuntaba que Laplace tenía razón, pero que esto no le au-
torizaba a tratar a Boskovic de la manera insultante y vejatoria en
que lo había hecho. Al poco tiempo, Laplace se resarció presen-
tando su propio método para calcular la órbita de los cometas.
No pasó mucho tiempo hasta que tuvo la ocasión de volver a
demostrar su buen hacer con respecto al tema de los cometas.
Britárúcos de adopción, aunque alemanes de origen, los hermanos
Herschel, William (1738-1822) y Carolina (1750-1848), formaron
un tándem excepcional en la exploración del espacio profundo
armados con los modernos telescopios que ellos mismos fabrica-
ban. El 13 de marzo de 1781, William Herschel, infatigable obser-
vador de las estrellas, localizó un nuevo astro en el cielo.
Primeramente pensó que se trataba de un cometa siguiendo una
órbita elíptica o parabólica, ya que, a diferencia de las estrellas
lejanas, no estaba fijo. Múltiples astrónomos (Boskovic, Lalande
y Laplace, entre otros) se pusieron manos a la obra para calcular
su órbita a partir de las tres fugaces observaciones.
46 LA ESTABILIDAD DEL SISTEMA DEL MUNDO