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tienen sentido más que en función de los experimentos que pue-
dan efectuarse, ¿existe un mundo real independiente de ser obser-
vado? Por otro lado, el determinismo de la física clásica -la
inteligencia de Laplace- parece que es incompatible con el libre
albedrío. ¿Se abre una posibilidad de su existencia con las rela-
ciones de Heisenberg? Estas y otras preguntas más han sido plan-
teadas desde el primer momento por físicos y filósofos. Aquí nos
hemos limitado a tratar dos de ellas, y remitimos a la bibliografía
al lector interesado en estos temas.
EL ESPÍRITU DE COPENHAGUE
En 1929, Heisenberg publicó Los principios físicos de la teoría
cuántica, que se convirtió inmediatamente en una referencia bá-
sica para estudiar mecánica cuántica. En el prólogo escribió que
su objetivo era contribuir a difundir el «espíritu de Copenhague
de la teoría cuántica», que ha dirigido todo el desarrollo de la mo-
derna física atómica. La palabra «espíritu» - «Geist» en alemán-
era de uso frecuente en la Alemania de aquellos años, y el espíritu
de Copenhague era Bohr, evidentemente. A lo largo de su vida,
Heisenberg dio muchas conferencias y publicó numerosos artícu-
los sobre la mecánica cuántica, su interpretación y las cuestiones
filosóficas que plantea. De hecho, la interpretación fue fundamen-
talmente obra de Bohr. En una ocasión, Heisenberg se refirió a la
interpretación de Copenhague y este nombre se popularizó desde
entonces. Vamos a resumirla ahora.
Bohr presentó la primera versión elaborada de esa interpreta-
ción en dos congresos, celebrados en Como, Italia, y en Bruselas,
en los meses de septiembre y octubre de 1927, respectivamente.
Aunque después hizo retoques y cmrecciones, pues Bohr nunca dio
por acabadas estas cuestiones, los aspectos esenciales de su inter-
pretación no han variado. Hay veces que se califica de interpreta-
ción «ortodoxa», lo que puede dar a entender que es una teoría
dogmática. Sin embargo, eso es ignorar que el pasatiempo favorito
de la mayoría de los físicos es la heterodoxia, al menos en cuestio-
102 LA INCERTIDUMBRE CUÁNTICA