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lación matemática de  esos principios,  permitieron a  Einstein
                     cuantificar la curvatura que la masa del Sol produciría en los rayos
                     de luz de estrellas distantes que pasasen cerca de él. A finales de
                     la primavera de 1919, los ingleses enviaron al golfo de Guinea una
                     expedición comandada por Arthur S. Eddington para observar un
                     eclipse total de Sol. Después de algunos meses de cálculos y com-
                     probaciones, el 6 de noviembre de 1919 concluyeron que las esti-
                     maciones de Einstein coincidían con lo observado. El titular del
                     Times al día siguiente fue rotundo: «Revolución en la ciencia: una
                     nueva teoría del universo derroca las ideas de Newton». Esto con-
                     virtió a Einstein, hasta entonces solo conocido en los ambientes
                     científicos,  en una figura popular a  la altura del sabio inglés a
                     quien había «derrotado».
                         La noticia, sin embargo, tenía una innegable dosis política: un
                     año después de finalizada la Primera Guerra Mundial, el Times de
                     Londres «derrocaba» a Newton, el más celebrado de todos los
                     científicos ingleses, en beneficio de Einstein, un alemán. Es cierto
                     que el asunto admite muchos matices y puntualizaciones; por citar
                     dos: Einstein era alemán -miembro a la sazón de la Universidad
                     de Berlín y de la Academia Prusiana de Ciencias-, pero un ale-
                     mán especial, que desde 1901 tenía nacionalidad suiza, y que había
                     apostado decididamente por el pacifismo durante la contienda,
                     escribiendo a mediados de 1918 cosas como:  «Por herencia soy
                     judío, por ciudadanía un suizo y por mentalidad un ser humano,
                     y solo un ser humano, sin apego especial alguno por ningún Es-
                     tado o entidad nacional». Mucho se ha escrito después sobre si
                     Eddington, el inglés que dirigía la expedición del eclipse, no sesgó
                     en exceso sus observaciones buscando una primera pero forzada
                     confirmación de la teoría de la relatividad; no en vano declaró:
                     «Esto es lo mejor que podía haber sucedido para las relaciones
                     científicas entre Inglaterra y Alemania».  Pero esos detalles no
                     hacen sino aumentar el calado del cariz político de la noticia.
                         No es frecuente que una cuestión científica tenga alcance po-
                     lítico, y el hecho de que las teorías y la figura de Newton, un cien-
                     tífico  que  llevaba ya casi  doscientos  años muerto  cuando se
                     produjo esta noticia, tuvieran esa capacidad dice mucho del pres-
                     tigio acumulado por su figura a lo largo de los siglos.





         78          LA GRAVITACIÓN Y LAS LEYES DEL MOVIMIENTO: LOS «PRINCIPIA»
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