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El descubrimiento de Neptuno empezó con la amenaza de
un fracaso: conforme pasaban los años después de descubierto
Urano, el planeta mostraba una clara tendencia a desviarse de la
órbita que las leyes de Newton le asignaban. Hacia 1790 se había
trazado con cierta precisión el camino que la ley de gravitación
marcaba para Urano, teniendo en cuenta la fuerza con que lo
atraía el Sol y también las perturbaciones que otros planetas ejer-
cían sobre él, principalmente Júpiter y Saturno. Debido a su leja-
nía del Sol, Urano tiene una velocidad angular muy pequeña-tarda '
más de 84 años en completar su circunvolución-; su lento des-
LAS TABLAS LUNARES DE MA VER
Si bien el estudio del movimiento lunar
constituyó un problema, la nueva mecá-
nica celeste que apareció tras la formu-
lación de la ley de gravitación universal
de Newton prometía resolverlo al fin.
Con todo, los procedimientos matemá-
ticos necesarios debían aún desarrollar-
se. Los primeros resultados teóricos se
lograron a mediados del siglo xv111 gra-
cias al matemático suizo Leonhard Euler,
quien había reducido los movimientos
relativos del Sol, la Tierra y la Luna a una
serie de elegantes ecuaciones. Poco des-
pués, el astrónomo alemán Tobias Mayer
(en la ilustración), desde Gotinga, aunó
su trabajo observacional y el de James
Bradley -sucesor de Halley como Astró-
nomo Real- con los resultados teóricos
para confeccionar las primeras tablas de
posiciones de la Luna y el Sol útiles para la navegación. Las tablas fueron
presentadas en 1755 al Almirantazgo inglés, y ganaron el premio ofrecido a
quien resolviera el problema de la determinación de la longitud en el mar. Dos
años más tarde se dispuso que las tablas de Mayer fuesen probadas en el mar
por el capitán inglés John Campbell, a bordo del Essex: estas permitieron
determinar la longitud en el mar con una enorme precisión de medio grado.
LA GRAVITACIÓN Y LAS LEYES DEL MOVIMIENTO: LOS «PRINCIPIA» 73