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plazamiento angular provocó que hasta 1800 no se empezara a
detectar que Urano se desviaba de la órbita marcada. Se hicieron
ajustes en los cálculos, que Urano se empeñaba en contrariar. Al
comienzo de la década de 1830, la desviación de Urano empezó a
ser tan alarmante que se concluyó que, o no obedecía a la ley de
la gravitación, o había algo que se lo impedía. Alguien propuso que
ese algo bien podía ser un planeta, situado más allá del propio
Urano y que estaba perturbando su órbita; por su parte, otros sos-
tenían que, de existir ese nuevo planeta, podría ser localizado
usando las matemáticas y las predicciones de la gravitación: era
cuestión de descubrir cuál debía ser su tamaño y dónde debía
estar para producir las modificaciones detectadas en la órbita de
Urano. Dos astrónomos hicieron esos cálculos de forma indepen-
diente, el francés Urbain Le Verrier (1811-1877) y el inglés John
Adams (1819-1892). A pesar de la desconfianza de los observato-
rios astronómicos a los que acudieron con sus cuentas, ambos
acertaron y, al final, la insistencia de Le Verrier con el observato-
rio de Berlín llevó, una noche de septiembre de 1846, al descubri-
miento del planeta que perturbaba a Urano: el nuevo planeta fue
bautizado con el nombre de Neptuno.
EINSTEIN CUESTIONA A NEWTON
El descubrimiento de Neptuno fue una confirmación más de la ley
de gravitación de Newton. Y, aunque había otras desviaciones en
el sistema solar, a mediados del siglo XIX pocos dudaban de que la
teoría no las pudiera explicar.
El más importante de esos desarreglos tenía que ver con Mer-
curio, y más concretamente con su perihelio -el punto más cer-
cano al Sol en su órbita-, que se desplazaba ligeramente cada año
alrededor del Sol arrastrando a la órbita completa. El problema
era, como puso de manifiesto Le Verrier, que ese desplazamiento
es más rápido de lo que la teoría de la gravitación establece.
A la postre, ese «desorden» serviría para mostrar que la teoría
de la gravitación de Newton es una magnífica aproximación para
74 LA GRAVITACIÓN Y LAS LEYES DEL MOVIMIENTO: LOS «PRINCIPIA»