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niana expuesta en los Principia superó el reto científico ineludible
                     y fundamental: ser coherente con los datos ya existentes.
                         Pero el éxito de una teoría física se mide según lo acertadas
                     que sean las predicciones que la teoría permita hacer. La formula-
                     ción matemática de la gravitación universal en forma de ecuacio-
                     nes - cuando estas se resolvieron- permitió hacer predicciones
                     sobre el futuro cuya comprobación experimental incrementó su
                     validez científica y la confianza que en ella se tuvo desde sus co-
                     mienzos. Así, el éxito inicial de la gravitación se vio confirmado a
                     lo largo de los siguientes dos siglos con otros triunfos, algunos de
                     ellos bastante impresionantes.
                         Dos de esos triunfos se dieron casi a la par a mediados del
                     siglo XVIII. Por un lado, sendas expediciones francesas a Laponia y
                     Perú para medir un arco de meridiano confirmaron la predicción
                    newtoniana de que la Tierra es achatada por los polos. Por otro,
                     aparecieron las tablas lunares elaboradas por el astrónomo alemán
                    Tobias Mayer basándose en la teoría de la gravitación newtoniana
                    y en los cálculos del matemático suizo Leonhard Euler (1753); el
                    Almirantazgo inglés pagaría por ellas una buena cantidad de libras
                    para ayudar a sus barcos a localizar su posición en el mar.
                        Pero las pruebas que la gravitación tuvo que soportar fueron
                    mucho más complicadas, pues cada cuerpo descubierto en el sis-
                    tema solar suponía un nuevo reto: había que comprobar si la trayec-
                    toria observada coincidía con la que la teoría marcaba. Y no fueron
                    pocos los cuerpos celestes que el telescopio permitió encontrar en
                    el siglo y medio siguiente a la publicación de los Principia, entre
                    ellos un nuevo planeta, Urano -descubierto por William Herschel
                    en marzo de 1781- , y una gran cantidad de asteroides entre Marte
                    y Júpiter. Usando las matemáticas, se calcularon las órbitas que la
                    teoría de la gravitación establecía para esos cuerpos, y se compro-
                    baba si eran o no acordes con las observaciones. Con cada éxito,
                    como el que llevó al descubrimiento de Ceres, el primero de los
                    asteroides hallados entre Marte y Júpiter, la teoría ganaba fiabili-
                    dad.  Sin embargo, el éxito más espectacular se obtuvo cuando,
                    por un razonamiento puramente teórico siguiendo el dictamen de
                    las ecuaciones matemáticas subyacentes a la gravitación, se con-
                    siguió predecir y localizar un nuevo planeta más allá de Urano.






         72         LA GRAVITACIÓN Y LAS LEYES DEL MOVIMIENTO: LOS «PRINCIPIA»
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