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palabra "atracción" en general para cualquier esfuerzo que hacen
los cuerpos para aproximarse unos a otros; ya sea ese esfuerzo
proveniente de la acción de los mismos cuerpos, ya sea tendiendo
unos a otros, ya sea siendo agitados por emisiones, ya sea me-
diante la acción del éter o del aire o de cualquier otro medio cor-
póreo o incorpóreo que de cualquier forma impela a unos cuerpos
hacia los otros. En el mismo sentido general uso la palabra "im-
pulso". Y no defino en este libro las especies o cualidades físicas
de estas fuerzas, sino que investigo las cantidades y proporciones
matemáticas entre ellas». Y más adelante argumenta: «Nuestro
único propósito es descubrir la cantidad y propiedades de esta
fuerza a partir de los fenómenos, y aplicar nuestros descubrimien-
tos a algunos casos sencillos como principios, con lo cual podría-
mos estimar matemáticamente los efectos que se siguen en casos
más complejos. Decimos "matemáticamente" para evitar toda
cuestión sobre la naturaleza o calidad de esta fuerza, no siendo
nuestra intención determinarla por ninguna hipótesis».
Todo ello estaba impregnado de la misma filosofía utilitaria
que rezuma buena parte del célebre «Escolio general» que añadió
al final de la segunda edición de los Principia, donde acuñó su
célebre Hipotheses nonfingo: «Pero no he podido todavía descu-
EL PROBLEMA DE LOS TRES CUERPOS
Determinar la trayectoria de tres cuerpos sometidos a la ley de atracción gra-
vitatoria -como es el caso del Sol, la Tierra y la Luna- es de una dificultad
muchísimo mayor que cuando se consideran solo dos cuerpos -un planeta y
el Sol-. De hecho, todavía hoy no se conoce una solución exacta; el cálculo de
soluciones aproximadas es delicado en extremo, y no fue hasta mediados del
siglo xv111 cuando los matemáticos encontraron métodos lo suficientemente
satisfactorios para el cálculo aproximado de las órbitas de los tres cuerpos.
Newton quedó muy insatisfecho del tratamiento dado al problema en los Prin-
cipia y, años después, volvió a retomarlo, aunque no obtuvo avances significa-
tivos. Sobre ello, Newton confesó a un allegado: «Nunca me había dolido tanto
la cabeza como cuando estuve dedicado a los estudios sobre la Luna».
LA. GRAVITACIÓN Y LAS LEYES DEL MOVIMIENTO: LOS «PRINCIPIA» 69