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-es decir, el que tarda el Sol en recorrer la.eclíptica-. Sin em-
                     bargo, sí afecta al ecuador celeste y, por tanto, a los equinoccios,
                     los puntos donde la eclíptica corta al ecuador celeste.
                         Durante un período precesional - esos casi 26 000  años-,
                     cada equinoccio se desplaza lentamente sobre la eclíptica a razón
                     de un grado y medio cada siglo; por tanto, también varía el tiempo
                     que emplea el Sol en ir de un equinoccio de primavera a otro de
                     primavera -esta duración es, precisamente, el año trópico-. La
                     consecuencia es que el año trópico es unos veinte minutos más
                     corto que el sidéreo y,  también, mucho más difícil de medir. La
                     acumulación de  esos  célebres veinte  minutos,  mal  calculados
                     según el calendario juliano, dio lugar a la discrepancia que promo-
                     vió la reforma del calendario llevada a cabo por la Iglesia católica
                     en el siglo XVI.
                         Los sabios del islam habían conseguido describir la precesión
                     de los equinoccios añadiendo una nueva esfera al sistema ideado
                     por Ptolomeo, pero ninguna teoría había logrado explicar por qué
                     se producía esa misteriosa precesión. Newton dio con la clave en
                     los Principia. Su explicación fue esencialmente correcta, aunque
                     algo imperfecta: la precesión de los equinoccios es la consecuen-
                     cia de la atracción gravitacional del Sol y la Luna sobre la pro-
                     tuberancia ecuatorial de la Tierra - de los 50" por año que había
                     que explicar, Newton atribuyó 9"  al Sol y 41"  a la Luna- . Para
                     George Airy (1801-1892),  que fue catedrático lucasiano en Cam-
                     bridge y astrónomo real en Greenwich, lo que más le sorprendió
                     de los Principia fue la explicación newtoniana de la precesión de
                     los equinoccios:  «Si hubiera que elegir la parte de los Principia
                     que más sorprendió, deleitó y satisfizo a sus lectores, escogería sin
                     duda la explicación de la precesión de los equinoccios».
                         El precio inicial de los aproximadamente cuatrocientos ejem-
                     plares de la primera edición de los Principia fue de nueve cheli-
                     nes. Sin embargo, la escasez de ejemplares hizo que pronto fuera
                     un libro muy deseado: se sabe que a principios del siglo XVIII algu-
                     nos fueron vendidos por más de dos libras (una libra son veinte
                     chelines). En vida de Newton, y bajo su control, se hicieron dos
                     ediciones más de los Principia, cada una con mejoras sobre las
                     anteriores: la segunda edición apareció en 1713 y de ella se impri-






          66         LA GRAVITACIÓN Y LAS LEYES DEL MOVIMIENTO: LOS «PRINCIPIA»
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