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Con un simple conjunto de leyes, Newton unió la Tierra con todo
lo que se podía contemplar en los cielos.
En El sistema del mundo se identifica la fuerza centrípeta,
que mantiene a los planetas en órbitas elípticas, con la gravedad;
en consecuencia, la fuerza que retiene a la Luna en su órbita es
igual a la que hace caer los cuerpos pesados en la superficie de la
Tierra. En este modelo, las fuerzas gravitatorias siempre son
atractivas; en efecto, una fuerza repulsiva, como la centrífuga, no
podría producir órbitas cerradas, ni tampoco hacer caer una man-
zana sobre el suelo. La gravedad es, además, universal: todos los
cuerpos del universo se atraen unos a otros y lo hacen de forma
proporcional al producto de sus masas e inversamente proporcio-
nal al cuadrado de sus distancias. Puesto que esta ley implica las
del movimiento planetario kepleriano, se deduce que también los
satélites las cumplen en su movimiento en torno a los planetas, y
los cometas en relación al Sol, con las perturbaciones ocasiona-
das por la universalidad de la atracción gravitatoria.
Newton estudió estas perturbaciones en el caso de la Luna:
«Aprendimos al fin -escribió Halley en la oda a Newton con la
que se abre la primera edición de los Principi~ por qué la Luna
pareció en otro tiempo viajar con pasos desiguales, como negán-
dose, burlona, a someter a números su andadura, hasta hoy mis-
teriosa para todo astrónomo». Sin embargo, Halley exageró,
porque el estudio newtoniano de las irregularidades de la órbita
lunar no fue demasiado satisfactorio; además, la necesidad de co-
tejar las observaciones con sus predicciones teóricas generó años
después una disputa con John F1amsteed, el astrónomo real.
En El sistema del mundo se trataron diversas cuestiones más,
entre las que se pueden citar la teoría de las mareas como efecto
de la atracción gravitatoria del Sol y de la Luna sobre las aguas,
o la forma de los planetas, necesariamente achatados por los polos,
condición que determina la duración de su rotación diaria. Esta
predicción newtoniana tuvo varias consecuencias, a cual más inte-
resante. Por un lado, las teorías cartesianas predecían justo lo con-
trario: los planetas debían ser alargados por los polos. La cuestión
se podía verificar midiendo sendos arcos de meridiano cerca de
uno de los polos y en el ecuador, y su comprobación era cierta-
64 LA GRAVITACIÓN Y LAS LEYES DEL MOVIMIENTO: LOS «PRINCIPIA»