Page 129 - 15 Arquimedes
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bula, en contraposición a otros que han pretendido darle pábulo.
El filósofo y matemático francés René Descartes (1596-1650) ne-
gaba la hazaña en su Dióptrica, afirmando que el espejo debía ser
demasiado grande y la precisión extremadamente afinada.
«La imaginación no actúa menos en un geómetra que crea que
en un poeta que inventa, aunque operan de manera diferente
sobre su objeto: el primero lo desnuda y analiza, el segundo
lo compone y embellece. [ ... ] De todos los grandes hombres
de la Antigüedad, es acaso Arquímedes el que más merece
figurar al lado de Homero.»
- JEAN LE ROND D'ALEMBERT.
Por contra, personajes de la talla de Galileo, Bonaventura
Cavalieri y Roger Bacon se pronunciaron a favor del aconteci-
miento, tal vez guiados más por la admiración y respeto a Arquí-
medes que por las posibilidades técnicas y científicas. Un clásico
muy citado es el de Georges Louis Leclerc (1707-1788), conde de
Buffon, quien construyó un sistema de espejos con el que llegó a
prender pedazos de madera al hacer coincidir todos los rayos. Se
trataba de un conjunto de 168 espejos de 16 x 21,5 cm, que se
orientaban a voluntad para hacer coincidir los rayos sobre un
objetivo y así maximizar el efecto. El problema era que para ha-
cer funcionar el dispositivo se requería un tiempo mínimo de
media hora, al que había que sumarle el intervalo de acción de los
rayos para que la madera alcanzase la temperatura suficiente
para incendiarse.
¿Acaso Arquímedes convenció a Marcelo para que dejase sus
barcos inmóviles durante tanto tiempo? ¿Tenía el poder de man-
tener el agua en calma para que los rayos enfocasen siempre en el
mismo punto? Este es el verdadero problema, puesto que estudios
más recientes demuestran que sí es posible que la madera arda
mediante algún tipo de material reflector, pero se necesita tiempo
y precisión. Ninguna de las dos variables era controlable por Ar-
químedes, por muy ingenioso que fuera.
EL INGENIERO DE LA GUERRA 129