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sembrando el pánico entre los combatientes. Durante los meses
         que duró el asedio, ninguna estratagema violenta vio los frutos
         deseados. Marcelo y sus hombres estaban desesperados, no sabían
         cómo actuar ni a qué atenerse. El bloqueo del suministro de víve-
         res para conseguir vencerlos por el hambre fue uno de los tantos
         movimientos inútiles que los romanos realizarían durante el ase-
         dio. Como diría el griego Polibio de Megalópolis (200-118 a.C.) en
         su Historia Univ~sal bajo la República Romana, «no contaban
         con la habilidad de Arquímedes, ni preveían que en ocasiones un
         buen ingenio puede más que muchas manos», a partir de lo cual
         «jamás osaron intentar un asedio a viva fuerza», pues «tanto y tan
         admirable es el poder que tiene en ciertos lances un solo hombre
         y un solo arte empleado a propósito». La toma de la ciudad por la
         fuerza se hacía imposible, solamente el sitio sería la alternativa. La
         forma exacta en la que los soldados romanos accedieron a Sira-
         cusa no está del todo aclarada, y en este sentido Plutarco relata
         que pudieron haber entrado haciendo uso de la oportuna penum-
         bra de la noche, de manera oculta, por una torre mal conservada y
         mal defendida, tal vez ayudados de algún traidor siracusano. Apro-
         vecharon un momento de fiesta en honor a Artemisa, mientras la
         diversión y el vino servían para bajar la guardia Cuando en Sira-
         cusa advirtieron el problema, decenas de soldados romanos ya
         habían tomado sus calles. Corría el año 212 a.c.
             Situados en este contexto, parece que hay acuerdo general
         entre los historiadores acerca de la muerte de Arquímedes,  en
         tanto que su vida quedó truncada por la espada de un soldado ro-
         mano. Es posible que una de las tres opciones que ofrece Plutarco
         sea la más viable, ya sea por lo recurrente en el resto de la litera-
         tura o por el romanticismo que exhala dicha historia:


             .
             [ .. ] hallábase este casualmente entregado al examen de cierta figura
             matemática, y, fijos en ella su ánimo y su vista, no sintió la invasión
             de los romanos ni la toma de la ciudad. Presentósele repentinamen-
             te un soldado, dándole orden de que le siguiese a casa de Marcelo;
             pero él no quiso antes de resolver el problema y llevarlo hasta la
             demostración; con lo que, irritado el soldado, desenvainó la espada
             y le dio muerte.






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