Page 105 - Edición final para libro digital
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No quería que el superior notase su inquietud. A pesar de que Ariel
                 ya le había contado lo vano de su disimulo, prefería seguir guardan-
                 do las formas ante el viejo Machta. No osó interrumpir su alocución
                 y, aunque se esperaba lo peor, no dijo nada. Simplemente siguió
                 atendiendo al teniente coronel; quien continuó sin demasiados ro-
                 deos con su comunicado.
                    —Ha cumplido usted bien con su trabajo señorita Hasbúm, y
                 tanto yo como el teniente Kachka le estamos agradecidos por su pro-
                 fesionalidad y buen hacer. Pero la situación ha cambiado y debemos
                 prescindir de sus servicios. Lo lamento.
                    —¿Significa eso que estoy despedida? —pregunto Fatma ante lo
                 obvio.
                    —No se lo tome como un despido sino como un final de esta
                 etapa laboral. El teniente Kachka será ascendido a capitán. Ello
                 conlleva un cambio de destino; por lo cual no continuará en este
                 departamento. Yo me jubilaré en unos meses, y hasta entonces me
                 enviarán a un soldado como secretario. Puede recoger sus cosas hoy
                 mismo, si lo desea, ya que no es necesario que regrese mañana. Pue-
                 de retirarse.
                    Fatma no supo qué más decir. En total silencio abandonó la es-
                 tancia y comenzó a recoger lo poco que tenía allí de su propiedad.
                 Una foto de sus padres, algunos apuntes personales y el cargador
                 del móvil. Salió al exterior desorientada y llorosa. A la enorme an-
                 siedad que sentía por la incertidumbre que le producía el que Ariel
                 no la llamase, se unía aquel despido injusto e inesperado. Sabía por
                 Kachka que intentarían separarlos, pero nunca creyó que fuesen a
                 hacerlo de aquella forma tan ruin. Ambos esperaban tener tiempo
                 para organizar su futuro después del ascenso, y afrontar sola aquel
                 repentino trance le afectaba enormemente.
                    Durante mucho tiempo caminó sin rumbo por las calles de la
                 ciudad. No deseaba ir a casa de los Maher antes de la hora habitual.
                 Los ancianos le harían preguntas y no le apetecía tener que dar ex-
                 plicaciones a nadie en aquel momento. Anduvo y anduvo, detenién-
                 dose cada tanto para llamar a Ariel, siempre con el mismo resultado;
                 no estaba operativo. Después de un par de horas vagando, decidió
                 sentarse en una terraza a tomar un refresco para hacer tiempo hasta

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