Page 115 - Edición final para libro digital
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algo molesto con su hijo. En más de una ocasión le habían invitado
                 a comer con ellos en su nuevo hogar, pero él siempre se excusaba
                 alegando el escaso tiempo que sus obligaciones le dejaban para el
                 ocio. En realidad, a poco le alcanzaban los días de asueto para estar
                 con Fatma, y durante el resto de la semana le resultaba muy compli-
                 cado encontrar tiempo para desplazarse hasta la antigua ciudad cos-
                 tera. Aquel inesperado brete le ofrecía una inmejorable ocasión para
                 cumplir con sus mayores, al tiempo que podría hablar con su padre
                 de aquello que tanto le preocupaba. Le serviría como excusa para
                 ausentarse un fin de semana sin que Fatma le exigiese explicaciones.
                    Ese mismo día, Ariel le comunicó a Fatma su intención de des-
                 plazarse hasta Acre para pasar allí el fin de semana. Si bien ella no
                 puso objeción alguna, ciertamente le molestó un poco que no le pi-
                 diese que lo acompañase. Aunque supuso que, muy probablemente,
                 Ariel temiese algún rechazo de sus padres hacia ella e intentase, de
                 aquella manera, evitarle una incómoda situación. Hacía menos de
                 un par de meses que salían juntos y aún continuaba viviendo con
                 los Maher. Muy poco tiempo para considerar aquello como algo
                 definitivo. A pesar de su abierta relación, Fatma seguía teniendo re-
                 paros respecto a convivir con un hombre sin estar casados, más aún
                 tratándose, como era el caso, de una pareja intercultural. Algo nada
                 bien visto por los más radicales miembros de ambas comunidades.
                    Terminada su jornada laboral, el teniente partiría rumbo a la re-
                 bautizada Akko. El viaje no llevaba más de hora y media en circuns-
                 tancias normales, pero dado que en su ruta pasaría muy cerca de la
                 prisión de Damun y los días eran suficientemente largos, decidió
                 que se desviaría hasta la penitenciaría e intentaría hablar con los
                 hermanos de Fatma.
                    Sobre las cinco de la tarde se despidió de la joven palestina. Que-
                 ría llegar a tiempo para cenar con sus padres, a los cuales había avisa-
                 do ya de su arribada, pero no tenía claro cuánto le retrasaría su visita
                 a Damun. Prefirió salir con margen suficiente para poder estar en
                 Acre antes del anochecer. Era viernes, y en su camino halló mucho
                 más tráfico del esperado. Miles de residentes de Tel Avid que comen-
                 zaban su descanso semanal, abandonaban la bulliciosa ciudad para
                 dirigirse a las poblaciones costeras del norte. Ariel tendría difícil ver

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