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CAPÍTULO 13.











                    —Comprendo Coronel, pero necesitaría que me conceda unas
                 horas para viajar a Tel Avid —le insistía Ariel al coronel Taback ante
                 la negativa de este a concederle un permiso.
                    —Acaba usted de llegar y ya viene a solicitarme un permiso. Lo
                 siento, pero no lo considero procedente.
                    —Serían sólo dos o tres horas. Esta misma noche estaría de vuel-
                 ta, mi coronel.
                    —Si tiene usted alguna razón de peso que justifique tal petición
                 podría tener en consideración la misma. ¿Puede darme un buen mo-
                 tivo por la cual necesite volver a Tel Avid con tanta urgencia?
                    Ariel tenía una muy buena razón, pero también tenía claro que
                 al coronel le resultaría irrisorio su argumento para tal solicitud. Pre-
                 firió mantener la discreción e intentar solucionarlo de alguna otra
                 manera.
                    —No señor. No puedo decirle la razón por la cual necesito volver
                 y tampoco quiero mentirle. Sólo le pediría que confíe usted en mí y
                 me conceda esas tres horas.
                    —Lo siento teniente, pero no puedo hacerlo. Las órdenes envia-
                 das al teniente coronel Machta eran lo suficientemente explicitas.
                 Debía presentarse usted ante mí esta misma tarde. ¿Por qué cree que
                 ordené que viniese con tanta urgencia?


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