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CAPÍTULO 12.
—Ariel, ha llegado la carta del coronel Taback que estabas es-
perando —dijo Fatma entrando en el despacho con un sobre en la
mano.
—Gracias —le respondió él cogiendo la carta y guardándola en
uno de los cajones.
—¿No vas a leerla? —preguntó ella curiosa.
—Lo haré más tarde, ahora debo terminar con unos asuntos más
urgentes.
Fatma no quiso parecer indiscreta y guardó silencio, pero per-
maneció de pie ante Kachka como esperando una indiscreción del
teniente que saciase su curiosidad femenina.
—Ya puedes irte —fue sin embargo la respuesta de él, centrando
nuevamente su atención en la pantalla del ordenador.
A ella se le encendió el rostro ante tan exigua y contundente
réplica. Hacía más de mes y medio que habían formalizado su
relación, y de repente él la trataba como si fuese su primer día en
la oficina. Fatma hizo un amago de decir algo, pero, viendo que
Ariel ni siquiera la miraba, optó por abandonar la estancia refun-
fuñando entre dientes y dando un portazo al salir. El teniente sabía
que acababa de enfadar a su querida subalterna, pero tenía muy
fundadas razones para ello.
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