Page 159 - Edición final para libro digital
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tido al hacerle una pregunta tan directa y determinante. La señora
                 Kachka notó la turbación de la joven y optó por replantear la con-
                 versación.
                    —No esperaba llegar a conocerte en estas circunstancias. Como
                 madre, mi ilusión era que llegases aquí de la mano de mi hijo y
                 que fuese él quien te presentase a nosotros. Quizás me consideres
                 una anticuada y una cursi, pero las madres somos así. Por eso me
                 ha sorprendido verte llegar con mi marido y con las maletas. No
                 hay duda de que vienes para quedarte. Por eso mi pregunta sobre
                 lo que ha ocurrido. En ningún momento he querido presionarte
                 ni exigirte explicaciones. Te pido disculpas si he podido parecer un
                 poco atrevida.
                    —No se preocupe —le respondió Fatma—. Es sólo que todo
                 esto me ha tomado por sorpresa. Han ocurrido cosas que no me
                 esperaba. Ni yo misma sé qué hago aquí.
                    —¿Te ha pedido Ariel que te vengas a vivir con nosotros? —le
                 preguntó Rebeca; que ya conocía los problemas que aquella relación
                 estaba acarreando a su hijo.
                    —Ha sido idea del señor Kachka. Él consideró más seguro que
                 estuviese aquí y a Ariel le pareció una buena idea.
                    Entonces entró en la estancia David Kachka. Ya cumpliera el
                 mandato de Rebeca y venía dispuesto a tomar parte en la conversa-
                 ción y a aclarar todo aquello a su mujer. Recuperado de la babia en
                 que lo dejara su temperamental esposa, tomó partido en el parla-
                 mento dispuesto a poner a Rebeca al día sobre lo acontecido desde
                 que saliera de casa esa misma mañana.
                    Durante un par de horas, los tres estuvieron hablando del tema. So-
                 pesando la situación y planeando el futuro como familia en cuanto Ariel
                 se viese liberado de las presiones a las que estaba siendo sometido.
                    Terminada la charla, decidieron retirarse a descansar. Fatma ne-
                 cesitaba realmente relajarse. Todo lo acaecido desde que Ariel se
                 marchara a Jerusalén había llevado su resistencia al límite. Tampoco
                 los padres de Ariel estaban menos necesitados de reposo después de
                 tantas emociones inesperadas.
                    A la mañana siguiente, Fatma se levantó temprano. Le resultaba
                 imposible seguir en la cama más allá de las ocho. Acostumbrada a

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