Page 162 - Edición final para libro digital
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mostrado lo mucho que me ama y no podría herirle negándole mi
              amor. Aun sabiendo que permaneciendo a su lado nuestra vida será
              más complicada.
                 —Comprendo que si le amas quieras continuar con él. Pero com-
              préndeme tú a mí como madre. Ariel siempre ha soñado con ser mi-
              litar. Comenzó la carrera de derecho por complacer a su padre, pero
              su objetivo final siempre ha sido ascender en el escalafón castrense.
              Desde que se enamoró de ti su sueño se está viendo amenazado. No
              te puedo pedir que lo dejes, ya que a mí como madre también me
              rompería el corazón verlo sufrir, pero te agradecería enormemente
              que no interfirieses en su futuro profesional.
                 —No comprendo que pretende decirme —dijo Fatma. Igual de
              apocada pero más nerviosa aún que al principio.
                 —Solo te pido que no permitas que mi hijo tome decisiones
              equivocadas como consecuencia de su amor por ti.
                 Fatma notó que aquella mujer anteponía el futuro profesional de
              su hijo a cualquier otra opción de índole sentimental, lo cual le ge-
              neraba una gran intranquilidad. No habría de ser fácil la convivencia
              con Rebeca ante las insinuaciones que acababa de hacerle. Nada que
              ver la actitud que mostraba la madre de su pareja con la del señor
              Kachka, a quien se le veía realmente entusiasmado por el vínculo
              que mantenía con su hijo.
                 La madre del capitán no parecía aceptar de buen grado que Ariel
              se hubiese enamorado de una palestina. Y aunque lo expresase como
              una preocupación por el futuro profesional del joven, la realidad que
              se le antojaba a Fatma era muy distinta. La becaria era lo suficiente-
              mente inteligente como para darse cuenta del incomodo que supo-
              nía para Rebeca que su hijo le hubiese entregado su corazón. Pero,
              obviamente, no pretendía mostrar su disconformidad ante Ariel, ni
              tampoco sabía si el señor Kachka tenía conocimiento de la actitud
              contraria de su mujer.
                 A Fatma le comenzaba a preocupar seriamente el hecho de per-
              manecer en aquella casa, compartiendo su vida con Rebeca Linsky.
              Esta acababa de dejarle muy claro que la tolerancia de Ariel y de su
              padre en el tema intercultural no era para ella una bondad de la que
              sentirse orgullosa.

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