Page 165 - Edición final para libro digital
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se tienen está muy por encima de cualquier problema, incluido el
                 del rechazo de una madre celosa. No te metas en esa relación, Re-
                 beca, o corres el riesgo de perder a tu único hijo si le obligas a elegir
                 entre tú y ella.
                    —No comprendo tu simpatía por esa chica. Desde que Ariel sale
                 con ella sólo le ha ocasionado problemas. Deberías pensar más en
                 nuestro hijo y no estar tan obnubilado por la belleza de Fatma y por
                 su tímido comportamiento. Al fin y al cabo, es sólo una palestina.
                 Ariel sufrirá el rechazo de muchos de los nuestros si continúa obse-
                 sionado con esa relación.
                    —Rebeca, creo que es mejor que no sigamos hablando de esto.
                 Jamás me habría imaginado que podría escucharte decir nada pa-
                 recido. Hemos conocido a muchachos hebreos que se enamoraron
                 de mujeres palestinas y siempre hemos coincidido en lo injusto que
                 resultaba que fuesen rechazados por la sociedad judía. Ahora eres tú
                 quien actúa del mismo modo que aquellos a quienes reprobábamos.
                 No te reconozco.
                    —Los muchachos a quienes siempre hemos defendido en esas
                 relaciones no eran hijos nuestros. En este caso es diferente; se trata
                 de nuestro único hijo. Yo sigo pensando igual que antes. Nada tengo
                 en contra de los palestinos y no juzgo a quienes deciden entablar
                 una relación intercultural. Pero no quiero que nuestro Ariel cargue
                 el resto de su vida con el estigma que, sin duda, le impondrá esta
                 sociedad intolerante. Tenemos que guardar las apariencias.
                    El viejo Kachka no sabía qué responder a su esposa. Los argu-
                 mentos de Rebeca le habían dejado atónito. Finalmente, ante un
                 debate falto de todo sentido y coherencia, decidió dar por finalizada
                 aquella conversación; y lo hizo con una pregunta.
                    —¿Has hablado de esto con Fatma?
                    —Tan sólo le he pedido que no arruine el futuro de nuestro hijo
                 si de verdad lo ama.
                    —¿Dónde está ella ahora? —preguntó el hombre sacudiendo la
                 cabeza en un claro gesto de reprobación.
                    —Creo que está en el cuarto, ya te lo he dicho antes.
                    El veterano abogado se encaminó hacia la habitación de Ariel
                 sin decir nada más a su esposa. Profundamente preocupado por la

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