Page 160 - Edición final para libro digital
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madrugar para acudir con tiempo a su trabajo, se había despertado
con las primeras luces del alba. Se dirigió a la cocina con la intención
de preparar el desayuno antes de que los Kachka apareciesen. Pero
su desconocimiento de la casa y el temor a que Rebeca pudiese mo-
lestarse por su atrevimiento la hicieron desistir de su idea. Se acercó
a la ventana para ver amanecer, mientras los primeros transeúntes y
vehículos comenzaban a dar vida al barrio en su cotidiano transitar
hacia sus correspondientes actividades.
Tan sólo unos minutos más tarde, apareció la madre de Ariel.
—Buenos días. ¿Qué tal has descansado? —saludó Rebeca.
—Bastante bien. Me ha costado un poco dormirme, pero luego
he quedado rendida. Llevo un par de días sin apenas descansar y ne-
cesitaba tener una noche tranquila. Le agradezco todo cuanto están
haciendo por mí.
—No tienes nada que agradecernos. Ariel es nuestro hijo, y todo
cuanto tenga que ver con su felicidad nos hace responsables tam-
bién.
Apenas habían comenzado la conversación cuando hizo su apari-
ción el padre del joven militar.
—Buenos días señoritas —dijo a modo de saludo a las dos muje-
res, haciendo ruborizar a la palestina y sacando una sonrisa compla-
ciente, al tiempo que irónica, de los labios de Rebeca, quien hacía
mucho que no veía a su marido tan animado por las mañanas. Esta-
ba claro que pretendía parecer simpático ante la presencia de Fatma.
La joven respondió al saludo del patriarca, pero su esposa tan
sólo se manifestó con un gruñido. Estaba claro que los años que lle-
vaban juntos no daban para grandes halagos, a pesar de su excelente
relación como pareja.
El desayuno transcurrió tranquilo. La conversación giró en torno
al tema que afectaba a la joven Fatma con Ariel, pero no llegaron a
exponer contenidos trascendentales. Tan sólo Rebeca intentaba, de
vez en cuando, sonsacar a la palestina información más detallada
sobre el asunto. Pero el señor Kachka salía constantemente al qui-
te impidiendo crear una situación comprometida para la becaria.
Había tenido la ocasión de comprobar la timidez de Fatma y sabía
lo incómoda que se sentía al tener que hablar de su intimidad con
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