Page 163 - Edición final para libro digital
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Poco más conversaron a lo largo de aquella mañana. La palesti-
                 na, después del consejo a modo de advertencia que le diera Rebeca,
                 evitó de todas las maneras que le fue posible el encuentro con la
                 madre de su novio. Pero tampoco la dueña de la casa parecía tener
                 demasiado interés en relacionarse estrechamente con ella.
                    David Kachka llegó a media tarde. Su esposa se encontraba en el
                 jardín cuando estacionó el coche junto a la entrada. Al abogado le
                 extrañó no encontrar juntas a las dos mujeres. Conociendo a Rebe-
                 ca, no le cuadraba el hecho de verla sola, teniendo tantas cosas de las
                 que hablar con su futura nuera.
                    —Buenas tardes cariño. ¿Cómo es que Fatma no está contigo?
                    —Supongo que estará cansada. Creo que se encuentra en la ha-
                 bitación de Ariel. No he querido molestarla. Se la ve muy afectada
                 por todo lo ocurrido.
                    Kachka no dijo nada. A pesar de su extrañeza, dio por buena la
                 justificación de su mujer y se dirigió al interior de la morada. En-
                 tonces, Rebeca abandonó su tarea de jardinería y se apuró a entrar
                 con él en la vivienda. No quería que Fatma pudiese hablar a solas
                 con David; ya que podría ponerlo al tanto sobre la conversación que
                 mantuvieran ambas aquella mañana. Antes debería tener ella una
                 charla con su cónyuge. La madre del militar no deseaba aparecer
                 como la mala en aquel conflicto, pero tampoco renunciaría a inten-
                 tar evitar que su hijo se casase con una palestina.
                    —¿Dónde has estado tantas horas? —preguntó Rebeca en cuan-
                 to David se liberó de los zapatos y la chaqueta para ponerse cómodo.
                    —He ido a Damun, a comunicarles a los Hasbúm que no puedo
                 seguir con su defensa. Luego me he desplazado hasta Haifa, donde
                 he estado almorzando con el almirante Peres.
                    —¿Ha ido todo bien?, ¿Cómo se han tomado los Hasbúm la
                 noticia? —preguntó nuevamente la mujer.
                    —Pues no muy bien, la verdad. Me han tildado de traidor y he
                 tenido que soportar alguna que otra amenaza. Pero finalmente todo
                 ha quedado claro. Por cierto —continuó Kachka—, no ha sido tan
                 positiva la conversación con el almirante Peres. Han surgido algunos
                 problemas en los que Ariel podría verse envuelto.
                    —¿A qué problemas te refieres? —se intranquilizó Rebeca.

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