Page 166 - Edición final para libro digital
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reacción de Fatma ante la necedad de su mujer, llamó suavemente a
              la puerta de la habitación.
                 —Un momento —se oyó desde el interior la voz llorosa de la
              joven.
                 —Soy David, ¿Te encuentras bien? —le preguntó el padre de
              Ariel.
                 —Sí, puede pasar.
                 David Kachka abrió con suavidad la hoja de madera y se introdu-
              jo en la estancia. En los hermosos ojos de la palestina se apreciaban
              claramente las huellas del llanto. Sin duda, Rebeca le había dejado
              clara su opinión; y para una mujer tan enamorada, como lo estaba la
              becaria, aquello significaba un enorme golpe emocional.










































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