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CAPÍTULO 19.
l recientemente nombrado capitán Kachka llegó al cuartel de
Haifa pasado el mediodía. En su macuto tan sólo portaba un par
Ede uniformes, alguna ropa interior y unos vaqueros que, junto
a una remera verde, componían todo su equipaje. Nada más llegar
solicitó presentarse al almirante Peres, su mecenas en aquella ocasión.
El sargento que le recibiera en la entrada de la base lo acompañó
primero a lo que sería su futuro despacho; junto al cual, al otro lado
de una puerta de corredera, se encontraba una pequeña habitación.
El cuarto era el aposento dedicado al descanso de los oficiales desti-
nados en aquella sección. Pero Ariel no tenía pensado darle mucho
uso a la estancia. De todos modos, después de escuchar las indica-
ciones del sargento dejó su macuto en la alcoba y se dispuso a acom-
pañar al suboficial hasta le oficina del Almirante Peres.
—Buenos días —le saludó el almirante nada más dar el primer
paso al interior.
—Buenos días, Señor —respondió Ariel, cuadrándose proto-
colariamente y llevando su mano derecha con determinación a
la frente.
—Descanse capitán —le ordenó Peres.
Ariel se relajó e hizo una solemne presentación ante quien sería
su superior a partir de entonces.
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