Page 171 - Edición final para libro digital
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Además, podría presentar oficialmente a su novia ante su madre y,
                 nuevamente, ante su padre; pues no tuviera aún ocasión de hacerlo
                 con la formalidad que el caso requería. Ariel estaba totalmente con-
                 vencido de que Fatma sería su esposa. En cuanto solventasen el último
                 obstáculo que le había surgido, se asentaría definitivamente con ella
                 en Acre. El joven y beligerante soldado que soñaba con ejercer de hé-
                 roe unos años antes, se había convertido ya en un hombre moderado
                 y justo, cuyo único sueño para el futuro era formar una familia y llegar
                 a ser un alto oficial del ejército hebreo, capaz de comprender aquel
                 eterno conflicto y de trabajar, desde su posicionamiento ideológico,
                 en una solución al mismo que llegase a ser más efectiva que el ince-
                 sante uso de las armas. Obviamente, tenía mucha más confianza en lo
                 primero que en lo segundo. Pero no dejaría de intentarlo.
                    Ariel llegó a casa de sus padres cuando ya comenzaba a caer la no-
                 che sobre Acre. Nada más llamar a la puerta, salió Rebeca a recibirle.
                 No le sorprendió su visita, puesto que tan sólo unos minutos antes
                 les había telefoneado para avisarles de su llegada.
                    Ariel, acompañado por su madre, entró en la vivienda y se dirigió
                 directamente a la sala de estar, donde suponía que se encontraría a
                 Fatma con su padre. Rebeca se sentía incómoda debido a la fugaz,
                 casi indiferente, respuesta de su hijo al recibimiento. Ante el emotivo
                 y acalorado abrazo de Rebeca, Ariel apenas había respondido con un
                 beso en la mejilla, sin ocultar su apremio por encontrarse con la beca-
                 ria. A la señora de Kachka le costó disimular su contrariedad. Cuanto
                 más segura estaba del amor que Ariel sentía por Fatma, más crecían
                 en su interior los desmesurados celos que aquella relación le producía.
                    —Hola hijo. Bienvenido —le saludó David Kachka nada más
                 verle.
                    —Hola… —le respondió el joven titubeante al no ver a su ama-
                 da en la casa—. ¿Dónde está Fatma? —preguntó.
                    —Ella está en tu cuarto, descansando —intervino Rebeca— Se
                 sentía agotada por lo sucedido estos días. La pobre lo ha pasado mal.
                    —Voy hasta allí, estoy deseando abrazarla.
                    —Creo que deberías dejarla descansar. Ahora está dormida y no
                 le viene nada mal reposar unas horas. Tendrás tiempo luego para
                 estar con ella.

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