Page 175 - Edición final para libro digital
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—No sé cómo haces para meterme siempre en tus líos, pero bien
sabes que no puedo negarme a colaborar contigo. Tendré que volver
a hablar con los Hasbúm y a disculparme con ellos. Ya les había
dejado claro que no seguiría con su defensa.
—Esto es otra cosa. No se trata de defenderles en un juicio sino
de negociar su libertad. Estoy seguro que colaborarán gustosamente.
—Eso espero.
—Tendrás todo tipo de facilidades para acceder a ellos. El propio
estado mayor te posibilitará el contacto.
—¿Y Fatma? —preguntó el padre.
—Intentaremos no involucrarla. Si pudiésemos evitar que se en-
terase sería ideal.
—Creo que no es una buena idea. Antes o después llegará a sa-
berlo, y entonces no le gustará nada que llevases a cabo esta misión
aprovechando su relación familiar sin haberle dicho nada.
—Tienes razón —reconoció Ariel después de pensarlo unos se-
gundos— Intentaré explicárselo de la manera menos comprometida
posible. Tampoco deseo que se empeñe en ser ella quien hable con
sus hermanos. Fatma es muy testaruda.
La noche había avanzado inexorablemente mientras padre e hijo
charlaban. Rebeca hacía rato que se había ido a la cama, enfadada
aún por la discusión mantenida anteriormente, y Fatma continuaba
durmiendo. Ambos hombres decidieron entonces que era ya hora de
retirarse a descansar. Cada uno se dirigió a su cuarto. Ariel consideró
que Fatma no se habría de sentir cómoda durmiendo en la misma
cama que él la primera noche en casa de sus padres; por lo cual de-
cidió descansar en un pequeño sofá de dos plazas que había junto
al armario. No sería muy cómodo, pero al menos podría descansar
un poco.
Era casi media noche, y al día siguiente debería madrugar para
presentarse en la base. Posiblemente partiría inmediatamente hacia
Ascalón, y no podía marcharse sin haber hablado con Fatma. Deci-
dió despertarla.
La joven se revolvió somnolienta al sentir junto a su oído un
hermoso susurro.
—Despierta cariño. Estoy aquí.
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