Page 211 - Edición final para libro digital
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tenecientes a los pisos colindantes con el del viejo matrimonio. Al-
guien le atendería y podría explicarles la ausencia de los cisjordanos.
Tal como imaginara Kachka, no tardaron en responderle desde
una de las viviendas anexas a los Maher.
—¡Sí!, ¿quién es? —preguntó una voz femenina al otro lado del
interfono.
—Buenos días, me llamo David Kachka y venimos buscando
a los Maher. Pero no responden a nuestras llamadas. Quizás usted
pueda informarnos si han tenido que ir a alguna parte.
—¿Son ustedes familiares? —preguntó la mujer.
—En realidad no. Conmigo está la joven que vivía con ellos. Está
muy preocupada.
—¿Está Fatma con usted? —se interesó la mujer, dejando claro
que conocía a la muchacha.
—Sí. Ella está aquí conmigo.
Entonces pudieron escuchar el zumbido del portero automático.
La puerta principal del edificio se desbloqueó al tiempo que por el
altavoz del portero automático se escuchó nuevamente la voz de la
vecina de los ancianos.
—Suban, quisiera hablar con Fatma.
—Gracias señora —contestó David. Y dijo dirigiéndose a Fatma,
quien evidenciaba un profundo nerviosismo: — Voy a meter las ma-
letas en el coche. Espérame un momento que subimos juntos.
La joven asintió sin decir nada. Se temía lo peor y ya en sus ojos
se podía apreciar el incipiente llanto.
Kachka regresó enseguida. No le pasó inadvertido el intenso bri-
llo en la mirada de la joven. La salada esencia de sus sentimientos
humedecía el nacimiento de sus mejillas.
Él tampoco esperaba recibir buenas noticias, pero su mayor desa-
grado era ver sufrir a la chica. Tomándola por el hombro e intentan-
do amainar su congoja con las mejores esperanzas, subieron ambos
las escaleras que llevaban a la vivienda de la vecina.
No necesitaron llamar a la puerta. La mujer ya les estaba espe-
rando en el rellano. Inmediatamente, les invitó a entrar mientras
cumplía el habitual trámite de las presentaciones y besaba a Fatma
en la mejilla.
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