Page 208 - Edición final para libro digital
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—Buenas noches —dijo el veterano letrado nada más entrar en
              la sala.
                 —Buenas noches —le respondió Fatma, que en aquel momento
              se encontraba sola en la estancia, viendo la televisión.
                 —¿Y Rebeca?
                 —Está en la cocina, preparando la cena —le respondió la joven.
                 Hacia allí se dirigió Kachka para saludar a su esposa. Pero no tar-
              dó en entrar nuevamente en el salón. Había notado algo extraño en
              el gesto de Fatma. Una tristeza mal disimulada se revelaba en los ne-
              gros ojos de la joven, a pesar de los esfuerzos que hacía por aparentar
              feliz y agradecida. El abogado pudo adivinar su aflicción y angustia
              por permanecer en aquella casa. Si bien conocía el enfrentamiento
              que, por el amor de Ariel, tenían entre ella y Rebeca, la actitud de la
              muchacha ese día le causó cierta incertidumbre, y quiso conocer de
              labios de la propia Fatma las razones de su congoja.
                 —Puedo notar que estás afligida, ¿quieres que hablemos al res-
              pecto? —se ofreció el jurista.
                 —Me gustaría —respondió Fatma—. En realidad estaba espe-
              rando a que llegase para comunicarle que debo volver a Tel Avid. Me
              ha llamado la señora Maher. No se encuentra bien y necesita de mi
              asistencia —mintió Fatma para no disgustar a Kachka.
                 El argumento de Fatma habría resultado muy creíble para cual-
              quiera; pero David Kachka llevaba muchos años desempeñando su
              profesión, y la actitud de la muchacha no le cuadraba con su excusa.
                 —Es por causa de Rebeca, ¿verdad? No os lleváis bien.
                 —No se trata de eso. Los Maher me necesitan. Son ya muy ma-
              yores y Saida ya no puede atender sola la casa —insistió Fatma en su
              intento por no crear un conflicto entre los padres de Ariel.
                 —A mí no necesitas mentirme. Ya he hablado con Rebeca y sé
              lo que está ocurriendo. No deberías tomarte tan a pecho su actitud.
              Comprendo que puedas sentirte incómoda, pero estoy seguro que
              terminareis siendo buenas amigas. Ariel es nuestro único hijo, y para
              ella es duro pensar que alguien le pueda arrebatar su amor. No me
              cabe duda de que en cuanto te conozca mejor llegará a quererte
              también a ti como a una hija.



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