Page 205 - Edición final para libro digital
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—¿Quién le busca? —respondió desconfiado el palestino.
—Me llamo Ariel Kachka. Tengo indicaciones de mis superiores
para ponerme en contacto con usted y acordar una reunión con
Boulus Musleh con el objeto de acordar un intercambio de prisio-
neros.
—Estoy al tanto. Podemos vernos mañana mismo.
—No hay ningún problema. Pero deberíamos acordar un sitio
neutral, en el que ambos nos sintamos seguros.
—Eso no es aceptable. Nuestras condiciones son que el encuen-
tro tenga lugar en Gaza. Le espero mañana a las once en Beit Ha-
noum, junto a la universidad de agricultura. Venga usted solo.
—No es ese el acuerdo según tengo entendido. Me acompañan
otros tres hombres.
—Capitán Kachka. Por el momento no hemos llegado a acuerdo
alguno. Si viene con usted alguien más no negociaremos.
Ariel ya no tuvo tiempo para responder. Su interlocutor cortó la
conversación sin darle opción a razonar otras opciones.
Viendo su expresión de disgusto, el sargento Darsán le preguntó:
—¿Qué le ha dicho?
—Que he de reunirme con él mañana a las once. Pero debo ir
solo.
Enseguida intervino el alférez Gorten expresando su preocupa-
ción.
—Señor. No puede ir solo. Podría ser una trampa para capturarle
también a usted.
—Es un riesgo que tendremos que correr.
—Deberíamos llamar al comandante Smiter para informarle so-
bre este contratiempo. Se suponía que deberíamos acompañarle.
—Las órdenes dejan claro que deberíais acompañarme hasta As-
calón. De aquí en adelante toda la misión queda a mi criterio. Si
para lograr el acuerdo exigen que me presente yo solo, así será.
Los tres suboficiales continuaron insistiendo en la conveniencia
de llamar a Smiter. Utilizaron todos los argumentos a su alcance
para convencer a Ariel del peligro que suponía entrar en Gaza sin
refuerzo alguno. Pero nada hizo desistir a Kachka de sus intenciones.
Iría solo y conseguiría la libertad de los prisioneros.
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