Page 210 - Edición final para libro digital
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poco estaban por la labor de exponer sus correspondientes razones
              para justificar su mal avenimiento. Terminado el pábulo nocturno se
              fueron temprano a dormir.
                 Antes de que saliese el sol ya Fatma se encontraba preparando la
              maleta. Poco después se dirigió al comedor, donde el matrimonio
              Kachka la esperaba ya para tomar juntos los primeros alimentos del
              día. El desayuno transcurrió, al igual que sucediera durante la cena,
              casi en total silencio. El patriarca de la familia ya había hablado con
              Rebeca sobre la decisión tomada por la palestina, y la madre del
              capitán había mostrado su completo acuerdo. Tampoco para ella
              resultaba fácil la convivencia en aquella situación; por lo cual la no-
              ticia le significaba un gran alivio.


                 Sobre las nueve y media, Fatma y Kachka se detuvieron frente
              al domicilio de los Maher. Ella descendió del coche y se adelantó
              para llamar al timbre mientras él sacaba su equipaje del maletero. La
              joven esperó durante un buen rato una respuesta a su llamada, pero
              nadie atendió al reclamo. Insistió. En circunstancias normales los
              Maher deberían estar en casa a aquella hora. David Kachka, dándose
              cuenta de la tardanza, dejó las maletas junto al coche y se acercó a
              la joven.
                 —¿Qué ocurre?, ¿no están?
                 —Parece que no. Pero me extraña mucho que a esta hora no
              estén en casa. Me preocupa que haya ocurrido algo.
                 —No te dejes llevar por el pesimismo —le dijo él al ver la impa-
              ciencia de la joven—, probablemente hayan tenido que ir a alguna
              parte y hayan salido temprano. Quizás para hacer alguna gestión.
                 —Puede ser. Pero no es normal en ellos. En todo caso iría el
              señor Abdud. Saida no suele ir con él para esas cosas —respondió
              Fatma mientras llamaba con mucha más insistencia al timbre.
                 La respuesta ante sus requerimientos sonoros fue nula, y la joven
              estaba visiblemente nerviosa. El padre de Ariel quiso tranquilizarla.
                 —No te agobies. Seguro que han tenido que salir. Llamaremos a
              algún vecino para informarnos.
                 Mientras intentaba apaciguar a la muchacha con sus palabras, la
              apartó suavemente del timbre y presionó varios de los botones per-

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