Page 214 - Edición final para libro digital
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—No te martirices ahora con lo que pudiese haber sido. Estas
              cosas ocurren cuando nadie las espera. Aunque hubieses estado con
              ellos no hubieses podido evitar lo ocurrido.
                 Pocos minutos después, llegaron dos empleados de la funeraria
              para hacerse cargo del cuerpo del bueno de Abdud y de los corres-
              pondientes trámites para proceder con las exequias. Entonces, Da-
              vid Kachka llevó a Fatma y a Saida hasta el domicilio de la anciana,
              donde se prepararon para honrar debidamente al marido de esta
              última en su póstumo viaje hacia los brazos de Alá.


                 —¿Qué piensas hacer ahora, Fatma? —le preguntó Kachka a la
              novia de su hijo, una vez terminado el funeral de Abdud.
                 —Me quedaré con Saida. Ahora me necesita más que nunca.
                 —¿Y cuando regrese Ariel?, ¿ya tenéis pensado que vais a hacer?
                 —Teníamos proyectos juntos. Pero ahora, después de lo ocurrido
              y ante la difícil situación vivida con su esposa, debo tomarme un
              tiempo para recapacitar al respecto. En principio me quedaré para
              cuidar de la señora Maher.
                 —Si todo va bien, Ariel no tardará más de cinco o seis días en
              regresar. Creo que deberías tener claro cuál quieres que sea tu futuro.
              Ariel te ama y, aunque Rebeca haya reaccionado de tan irracional
              manera, tengo la seguridad de que él jamás se dejaría influenciar por
              su madre en lo concerniente a lo vuestro. Por otra parte, quiero que
              sepas que puedes contar con todo mi apoyo. Me gustaría tenerte
              como nuera.
                 Fatma no pudo evitar esbozar una leve sonrisa ante aquel comen-
              tario. Pero a pesar de los requerimientos del abogado quería meditar
              sin presión sobre todo aquello. Le habían ocurrido tantas cosas en
              tan poco tiempo que su cabeza era un mar de dudas. Cuando había
              creído haber pasado la página de su trágica adolescencia, volvían a
              aparecer sus hermanos, las fobias raciales, los obstáculos culturales y,
              una vez más, la pérdida de un ser querido.
                 Kachka volvió a Acre al día siguiente de la muerte de Abdud,
              poco después de terminar los actos funerarios. Rebeca ya estaba al
              tanto de la razón de su ausencia; pues la había llamado el día an-
              terior para comunicarle lo ocurrido. Sin embargo, Ariel no había

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