Page 219 - Edición final para libro digital
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—Yo me llamo Ariel Kachka. Capitán jurídico del ejército.
—Sé muy bien quién eres tú —le interrumpió el miliciano.
—¿Y bien?, ¿qué hacéis aquí tres hombres armados? Habíamos
quedado en que nos veríamos solos.
—No habíamos quedado en nada de eso. Mis instrucciones fue-
ron que tú deberías presentarte solo.
—Di por supuesto que tú también vendrías solo.
—¿En serio?
La pregunta sonaba a burla. Aquel tipo era prepotente y sober-
bio. Parecía disfrutar ocupando el rango que le otorgaban la supe-
rioridad numérica y las armas. Ariel se planteó seriamente si habría
sido una buena idea presentarse a aquel encuentro sin la compañía
de sus hombres. Tenía claro que el tal Padúm no era tan de fiar
como pensara en un principio. Pero ya no había marcha atrás. Debía
continuar con el plan previsto, confiando en que los palestinos no
hubiesen pensado en jugársela.
—¿De verdad creías que me presentaría solo, arriesgándome a
que un grupo de soldados judíos me utilizasen para conseguir resca-
tar a tus compañeros?
—Sinceramente, eso mismo es lo que había creído. He sido yo
quien te ha llamado, y suelo confiar en la nobleza de las personas.
No es mi estilo la traición. Soy militar, y el honor es para mí más
importante que la ventaja.
—Vaya, vaya. Un judío con honor —dijo Padúm con sorna.
Ariel ya no quiso continuar con aquella conversación. No parecía
que para aquel hombre el honor tuviese mucho sentido. Decidió ir
directamente al tema que le había llevado hasta allí.
—Bien —dijo entonces—. ¿Hablamos del intercambio de pri-
sioneros o me has hecho venir para matarme?
—Si nuestra intención fuese matarte ya lo habríamos hecho.
—Entonces negociemos las condiciones de ese trato.
—Lo siento capitán, pero yo sólo he venido a recibirte y asegu-
rarme de que no enviabais un grupo de asalto. Las negociaciones son
cosa de nuestro jefe.
—El ataque fue llevado a cabo por el comando Saqr. ¿Por qué no
ha venido con vosotros Abdel Bari? —preguntó Ariel.
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