Page 240 - Edición final para libro digital
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—No creo que vaya a ocurrirme nada. Si tienen en mente atacar
Gaza, no lo harán hasta que los liberados y nosotros estemos a salvo
en Israel. De eso no tengo duda. Lo que me preocupa es la reacción
de Fatma si ese ataque se produce. Creerá que yo conocía el plan.
Creo que es esa la intención de Taback.
Lógicamente, Ariel nada sabía de que Fatma había abandonado
la casa de sus padres en Acre, y David Kachka estaba cada vez más
convencido de lo negativo que resultaría contarle lo que estaba ocu-
rriendo con su prometida. Esperaba que todo se pudiese solucionar
en cuanto él regresase. Pero si las cosas tomaban el derrotero que
Ariel se imaginaba, sería harto complicado que la palestina creyese
que el capitán no tenía esa información. Lo mejor, pensó Kachka,
sería esperar. Tal como estaba la situación y con lo avanzada que iba
la misión, nada podían hacer ya. La vida de su hijo podría correr
un serio peligro si los temores de Ariel llegasen a oídos de Boulus
Musleh.
Preocupados ambos por las sospechas del joven, decidieron
afrontar los riesgos y se centraron en llevar a buen fin el intercam-
bio. No tenían nada seguro, y no ayudaba en su objetivo alarmarse
por posibles futuros escenarios. Padre e hijo se despidieron después
de organizar debidamente el plan de traslado. Ariel había delegado
en su progenitor las tareas de comunicación con los mandos; ya que
era él el encargado de intermediar entre Fatma y sus hermanos para
facilitar la colaboración de estos. A pesar de que David Kachka era
un civil, en ningún momento los altos rangos implicados pusieron
reparo alguno. El veterano jurista se detuvo a pensar en ello, y llegó
a la conclusión de que todo aquel montaje resultaba, tal como le
dijera Ariel, muy extraño.
A media tarde partían de la cárcel de Damun seis soldados al man-
do del Ismael Smiter. En el centro de aquel grupo, esposados y prote-
gidos por las figuras armadas de los militares, iban los dos hermanos
de Fatma. A las puertas del edificio penitenciario les esperaba un fur-
gón militar; en el cual deberían emprender el viaje hasta Ascalón.
David Kachka, quien había salido con el grupo, no se subió al
vehículo. Solicitó al comandante Smiter poder hablar con los reos a
solas antes de partir.
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