Page 245 - Edición final para libro digital
P. 245
CAPÍTULO 27.
atma estaba extremadamente nerviosa. En su cabeza resonaban
una y otra vez las palabras que le dijera Saida y no podía evitar
Fpensar en lo peor. La señora Levsky se disponía ya a marcar el te-
léfono de la policía cuando desde el apartamento vecino se escuchó
la voz de la canosa cisjordana.
—¡FATMA, FATMA! —Gritaba la señora Maher al no encon-
trar a la joven palestina en casa.
La muchacha salió a toda prisa hacia el pasillo, mientras la señora
Levsky, aliviada, colgaba el auricular y se encaminaba hacia el apar-
tamento de su vecina detrás de la joven.
—¡Saida!, ¿dónde se había metido? —preguntól Fatma a la an-
ciana, casi llorando.
—He salido a comprar algo para desayunar. No teníamos nada
en casa. ¿Qué te ocurre? —se interesó Saida al percatarse de la an-
gustia de la muchacha.
Fatma, sin decir más nada, se precipitó sobre la mujer y la ro-
deó con sus brazos, rompiendo definitivamente en sollozos sobre su
hombro. Aquel llanto era fruto de la desesperación y la alegría. Un
llanto nervioso que no podía controlar.
La añeja mujer la consolaba, pero sin llegar a comprender las
razones de aquella aflicción.
243