Page 246 - Edición final para libro digital
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—Dime que te ha ocurrido, niña. —le requirió nuevamente Saida.
                 Fatma le explicó todo cuanto había pasado por su cabeza minu-
              tos antes.
                 —¿Pero niña, acaso puedes imaginar que haría algo así sin haber-
              me despedido antes de ti? —argumentó la anciana.
                 Tampoco tranquilizaron mucho aquellas palabras a la joven. Pero
              no quiso insistir. Le resultaba sumamente incómodo y a Saida no
              parecía gustarle tampoco hablar de ello.
                 Despidieron a la señora Levsky, y ambas mujeres se dispusieron
              a dar buena cuenta de los bollos que Saida había comprado para
              el desayuno. Al terminar el mismo, la señora Maher se dirigió a la
              becaria.
                 —¿Cuándo piensas contarle a Ariel lo de tu embarazo?
                 —No lo sé. Tengo tantas dudas que no sé si será buena idea de-
              círselo. Temo que al saberlo pueda dejarme.
                 —¿Por qué te castigas con esos temores estúpidos?, ¿acaso no te
              ha demostrado ya que te quiere y desea que seas su esposa?
                 —Eso he creído en todo momento. Pero después de haber visto
              el comportamiento de su madre…
                 —No deberías preocuparte tanto por eso. Él es un hombre inde-
              pendiente y estoy segura que no se dejará influenciar por ella.
                 Fatma movía la cabeza expresando así su incertidumbre. A pesar
              de todo cuanto le había dicho David Kachka sobre las, aparente-
              mente, sinceras palabras de Ariel y de los sabios consejos de la vete-
              rana señora Maher, la palestina no podía evitar aquella sensación de
              inseguridad que ya comenzara a percibir cuando el joven capitán se
              marchó a Jerusalén.
                 —Es que no lo entiendo. ¿Por qué no ha vuelto a hablar conmi-
              go?, ¿por qué su padre no me dice nada de él?, ¿cómo está?, ¿cuándo
              volverá? Hay tantas cosas que no me cuadran.
                 —Hija —le dijo Saida—. Si no ha contactado contigo sus razo-
              nes ha de tener. Yo te aconsejaría que no desesperes. Seguro que muy
              pronto lo tienes aquí, feliz de volver a estar contigo y dándote todas
              las explicaciones que le solicites.
                 A pesar de la buena voluntad de la anciana por animarla, Fatma
              no podía dejar de pensar en las extrañas circunstancias que se venían

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